EXPRESIÓNPOPULAR, TRADICIÓN LITERARIA Y HETEROGENIEDAD
EN CELSO V. TORRES Armando Arteaga
Armando Arteaga exponiendo sobre la obra de Celso V. Torres y Aureo Sotelo (AEPA) en Huari.
Celso Víctor Torres Figueroa, escritor y periodista, además de escribano y notario público, nació en Caraz el 18 de julio de 1859 y falleció en la misma ciudad el 12 de noviembre del 1918. Celso V. Torres –que era así como firmaba sus escritos-, publicó en sus años iniciales un libro de poesía popular y romántica: “Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” (Librería e Imprenta de Carlos Prince, Lima, 1888), del que existe un ejemplar deteriorado en la Biblioteca Nacional. Obra literaria y poética, etnológica y antropológica, que algunos críticos despistados han querido desdeñar como “folklórica”, pero que tiene un valor social e intrínseco para su trayectoria de escritor. Aunque también, hay que reconocer, el mismo Celso V. Torres llamó a este libro del ímpetu juvenil: “obra chabacana”, hija de la locura. Pienso que, desalentado, e influenciado por el prestigio literario y la tendencia hispanófila- romancesca de su amigo Ricardo Palma
“Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” fue editado nuevamente en 1903, recuperado -este libro- en una edición de carácter popular, seleccionando 45 canciones. Algunas de estas “piezas” notables del folklore popular forman ya parte de la cultura tradicional ancashina, siguiendo el rumbo de estas “hojas de ruta” han llegado a ser parte de un significativo contenido: espiritual y social, tal como clasifica Bronislaw Malinowsky a cualquier material (o patrimonio tradicional) de natural oralidad : ideas espirituales y objetos sociales, para llegar al nivel aceptable de “resguardar” la autenticidad de lo tradicional: el discurso etnológico y el espacio antropológico. El conocimiento, -asume Claude Lévi-Strauss en “Tristes trópicos”-, no se apoya sobre la renuncia o sobre el trueque, sino que consiste en una selección de los aspectos verdaderos, es decir, los elementos materiales que coinciden con las propiedades del pensamiento. La literatura como objeto social se vuelve asunto espiritual.
Por lo tanto, iremos tras la acción del pensamiento social y la evolución -intelectual y literaria- de Celso V. Torres, que el editor Prince ha exaltado con énfasis en aquella edición de 1903: “Cada nota es un agudo puñal que atraviesa de parte a parte al corazón: cuya apoyatura lastima el alma, y no hay fiera que a la melodía de tan penetrantes acentos no se echara a los pies de quien lo produce”. Se refiere al éxito del texto sobre lector y/u oyente, si el atributo poético fuera o viniera (como yo creo) de la tradición oral. Es una “obra” que aporta mucho del saber tradicional de las clases populares, abre así una propuesta diversa en la perspectiva etnológica y en lo antropológico.
No obstante, “Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” expresan el mundo sentimental y nostálgico del esplendor de la vida provinciana y rural, del amor al terruño: “son versos festivos para ser acompañados con la guitarra andina, para la serenata a la luz de la luna, invadiendo el silencio de la noche, al borde de una ventana de casona antigua”. Es difícil precisar el límite real de estas “recopilaciones” y/o “creaciones” para trovadores andinos, o “canciones”, que algunos llaman “serranitas” [así son señalados dos temas de tónica andina grabados por Heinrich Brünning en Etén, Lambayeque, 1909]. Aunque parece que la “oralidad” y la “musicalidad” de estos versos aparentemente “chuscos” y rústicos, se mantienen todavía vivos en el imaginario popular; tienen mucho prestigio estos versos, que han quedado como parte de cierta sabiduría popular, se mantienen vivos como parte del “romancero oral” de esta poesía popular y regional, impulsada desde el “feeling” social que trasmite, desde la rudimentaria vivencia humana: la experiencia de lo personal y la ciencia de lo colectivo.
Celso V. Torres, escritor y periodista nacido en Caraz-Ancash.
Por lo tanto, quedó expuesta toda esta “poética” de Celso V. Torres para el estudio posterior, que hoy demanda aún desde la perspectiva del “folklore” (como conocimiento tradicional de las cosas y el ser humano). Se muestra allí lo “cultivado” o civilizado, y lo que existe naturalmente del ser “espontáneo” o silvestre.
Y, aunque, Ricardo Palma lo desalentó a dejar la poesía, considerando sus poemas como “malitos”. Creo que, era más por la reminiscencia “prosaica” que tenía Palma acerca del “tradicionalista” que habitaba en Celso V. Torres, por esa tendencia hacia una narrativa naturista, por ser dueño de una prosa fina y post-romántica (algo bequeriana, por el lado de sus “leyendas”, pero sin los excesos churriguerescos de Palma), y que se adelantaba ya, hacia la nueva tendencia modernista (superando así el “dulzón” extremo del romanticismo provinciano que empezaba a adormitar los cenáculos de intelectuales y escritores de esa época, y que imperaba “de mode”). La obra de Celso V. Torres llena de nuevas vivencias directas, reafirma los aires naturales de lo que sería más tarde el indigenismo. Allí, duermen, en esta obra “folklórica” de Celso V. Torres: tristes, valses, yaravíes, huaynos y marineras. Se puede reconocer en muchas de sus estrofas valiosas canciones que conservan la “matriz” andina, del lamento, del júbilo amoroso, y del acervo popular.
C. Augusto Alba Herrera y Armando Arteaga en Huari.
Los “botones” de lo etnológico de la muestra antológica de esta obra mal llamada “chabacana” se dan -por ejemplo- en “El Matrimonio” (huayno testimonial y sentimental), en ”Cae el Árbol” y “En los jardines” (huayno de las cosas naturales), en “Expatriado” (huayno de la expresión y la meditación telúrica), en “Kesampis” (huayno del sincretismo lingüístico) y en “Despedida” (posible chuscada donde el trovador popular exalta su ausencia). Lo mismo, puede leerse el testimonio antropológico de lo campesino, en marineras como “La Yanachaquina”, en “La Ronda”, en “La Guardia”, en “La Serenata”, en “La Arequipeña” y en “Resignación”. La melancólica nota musical de yaravíes como en “Adiós”, en “Sufrir y Penar”, en “Lamentos”, o en “El Lucero”. Y otras “propuestas” de carácter vanguardista como en “La apacible tortolilla” y en “La soledad”, y en otras instancias de la respectiva “poética” de Celso V. Torres. Veamos este “Pie Forzado” que tituló: “El Pañuelo”, ubicándose muy cerca de las “tonadas” sublimes de Abelardo Gamarra “El Tunante” con un sabor muy norteño, así como ciertas reminiscencias por el esplendor del pasado, tal como en las recopilaciones de “canciones andinas” en las “Azucenas Quechuas” de Adolfo Vienrich: Pañuelo blanco me diste, Pañuelo para llorar; ¿de qué me sirven pañuelos Si tu amor no ha de durar? Con las armas del engaño tu triunfaste y me venciste y por mi último sudario pañuelo blanco me diste. Cuando vayas a mi tumba con tus llantos a regar, veamos como ha de faltarte pañuelo para llorar ¡De qué me sirve la vida si he perdido mis consuelos? y si lágrimas me faltan ¿de qué me sirven pañuelos? De tu leve corazón nada tengo que esperar, ni quiero dure mi vida si tu amor no ha de durar. ¡Ay zamba, ay negra!, Tú me has de quitar la vida llorando. Celso V. Torres aportó -también- al género de la “tradición” literaria (¿historia tradicional de los pueblos?), donde destacó con mucho acierto literario, para sucumbir vanamente disperso en el trajín periodístico, y aún sin vanagloriar después el excelente valor artístico y literario de sus escritos. El olvido literario involucró parte de su logrado prestigio de escritor al lado de Palma, dejando sus huellas literarias en el archivo polvoriento del periódico “Prensa de Huaylas”, en casi nada.
Libro donde se ha recopilado parte de la obra de Celso V. Torres realizado por C. Augusto Alba Herrera.
Aparece –entonces- aquí, como un escritor marginado dentro de la literatura peruana, con algún reconocimiento dentro de la literatura regional de Ancash: César A. Ángeles Caballero, Víctor M. Phillips, Justo Fernández, Manuel S. Reina Loli y Mauro G. Mendoza, entre otros han contribuido a su reivindicación literaria. Su obra literaria fue poco estudiada, permanece un buen tiempo dispersa y escondida en periódicos locales de la época, en “Prensa de Huaylas” sobre todo, donde publica desde 1903 hasta 1910; de donde -en parte- se ha rescatado lo más valioso de su obra literaria, por esta aproximación realizada por C. Augusto Alba Herrera en su libro “Celso V. Torres, Amigo de Palma en Caraz” (Lima, 1991). En realidad, flaco favor le han hecho a Celso V. Torres al sublimar con exageración su relación amical con Ricardo Palma. Lo cierto es que Ricardo Palma copió algunos “aportes” y “datos” de Celso V. Torres para algunas de sus famosas “Tradiciones Peruanas”, y con Torres mantuvieron siempre una cordial relación epistolar, y de “mnemotécnica literaria”, que ayudó a florecer y robustecer varias “tradiciones”. Esta relación, también “heurística” benefició a ambos, la correspondencia iba casi siempre de Caraz a Lima, y hay versiones que entrelazan el humor y la perficiente erótica vulgar de las “Tradiciones en Salsa Verde”, ambos se tomaban el pelo como escritores “vejetes” para abordar temas del “hueveo” juvenil sexual y literario; temas que por cierto nunca tienen edad ni censura, salvo las que le han impuesto los hipócritas y cucufatos. Encuentro similitud de “estilos” entre la tradición “Ortografía” (1903) de Celso V. Torres y “Tajo o Tejo” de Ricardo Palma, donde los acentos, los puntos y comas, los signos de admiración e interrogación, van poniendo los preludios, las figuras de duración de los sonidos y los silencios, deforman las imágenes, el ritmo de las estrofas, los matices e intensidades de las silabas, que van armonizando cada nuevo significado, que van alterando, según cambia la acentuación o se liberan de las reglas gramaticales los significados, produciendo hilaridad, donde las hipérboles literarias descomponen el sentido lógico de las estrofas iniciales, desembarcando risas por el sin sentido de las cosas. Pienso que Celso V. Torres no le debe nada a Ricardo Palma, ni Palma le debe nada a Torres. Coincidieron en las “tradiciones” de Palma donde aparece Ancash, por los “datos” que aportó Torres en las siguientes: “La vieja de Bolívar”, “Las Tres Etcéteras del Libertador”, “Coronguinas”, “El Santo Varón”, y “Quién Toca el Arpa”. La “tradición” literaria, por lo demás, fue un género muy desarrollado desde siempre, y se ha mantenido -aún- tardíamente con prestigio. Y -ha sido- desarrollado este género por autores como: Clorinda Matto de Turner en “Tradiciones Cuzqueñas”, Mariano H. Cateriano en “Tradiciones de Arequipa”, Aurelio Arnao en “Cronicones novelados”, y Carlos Camino Calderón en “Tradiciones de Trujillo), entre otros. Celso V. Torres no llegó a publicar sus “textos” como “tradiciones”, tal como los ha presentado C. Augusto Alba Herrera. Y, de esta estirpe de “tradiciones”, sobresalen por su valor literario: “Ortografía”, “Finanzas de Uñiperio”, “El puente del asno”, “El tiro por la culata”, “Los números mienten”, “La lengua de Cervantes”, “Barrio de Arequipa”, “Los pregones de Lima”, “Los pericotes”, “Huaylas” (un asunto de filología). La heterogeneidad literaria de Celso V. Torres está expresada en cierto descaro para asumir los rigores de la vida moderna, en su “estilo” literario, que es muy desprendido de llevar adornos (como ostentan otros escritores tradicionalistas de su época); al contrario, él es un escritor muy conceptual, directo y realista, pero con mucha imaginación. Fue un hombre de una amplia cultura, cosmopolita, y mundana, además de un gran observador del el detalle “confabulado” de lo popular. Nunca hizo ninguna concesión a lo chabacano, es el primer escritor ancashino que asume el positivismo como tendencia filosófica en sus escritos, incorpora la lógica de la aritmética con las paradojas de la contabilidad, así como buscó siempre el conciliábulo de lo académico con la rehabilitación de la anécdota popular. Reivindicó los aciertos de la crítica austera y picara limeña mezclándola con el regaño áspero y sutil de su provincianismo, para detallar aciertos y desaciertos de sus paisanos frente al transcurrir de los sucesos la vida entre los hombres. Usó el arte narrativo del contar historias suntuosamente elegantes para mejorar el lenguaje del pueblo, para purificarlo y dotarlo de un humor sencillo.
Huari participó masivamente en el evento. * Ponencia presentada al XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash- AEPA. , 15-16 Y 17 de Mayo del 2009 en Huari-Ancash.
El poeta, la amada muerta y la flor del monte Bernardo Rafael Álvarez Carecía de inclinaciones literarias. Esto es lo que sabemos a partir de la lectura de la que es, creo, la más completa y fiel biografía que se haya escrito acerca de él y cuyo autor fue -¿quién más?- el poeta chiquiano Alberto Carrillo Ramírez.[1] Sabemos también que su niñez, en la escuela, no fue precisamente provechosa. Su tío Manuel Morán González contaba -y esta versión la recogió Carrillo- que era un “muchacho vivaz e inteligente, pero poco afecto al estudio” y, más bien, daba muestras de ser “un perfecto holgazán” y, “debido a que nunca pudo dar una buena lección”, llegó a ganarse entre sus condiscípulos, la fama de “bruto”; distinguiéndose, además, “por su carácter impulsivo y pendenciero”. “Cuando llegaba a encolerizarse –refiere el vanguardista autor de Poemas cavernarios- tornábase indomable y era capaz de cometer cualquier desatino, razón por la cual los chicos de su misma edad y sus mismos hermanos lo miraban con respeto.”
Su biógrafo afirma que “en la vivacidad de sus negros ojos, su locuacidad y su modo de ser vivaracho e inquieto”, podía vislumbrarse un alentador pronóstico; lo cual, sin embargo, no habría de llegar a materializarse, pues “por ausencia de todo control en casa de sus abuelos” (que es donde fue criado) terminó convirtiéndose en “un muchacho voluntarioso y pródigo, disipado y callejero” y –seguimos con la versión de Morán González, su tío- “dado al despilfarro”, pero “también generoso con todos y nada codicioso ni egoísta.”
Quedó huérfano de padre a los once años de edad. Y esta circunstancia, sin duda, debió ser la que agravó su situación: “vióse, de la noche a la mañana, como barco sin timón que, abandonado en alta mar, se encuentra a merced de las olas” (Carrillo). No es, sin embargo, que la muerte de su progenitor lo hubiera dejado sin cariño y protección. Recordemos que en alguna oportunidad cuando su maestro de primaria iba a infligirle un castigo físico y procedió a bajarle los pantalones, se dio con la terrible sorpresa de que “el muchacho tenía el cuerpo salpicado de cardenales a causa de las latigueras propinadas por su padre”. Diríamos, pues, que con la muerte de este, no perdió precisamente afecto, sino, más bien, se libró de sus maltratos.
Como vemos, condiciones vitales ostensiblemente deplorables. Una realidad que, obviamente, “contribuía (Carrillo dixit) a su deformación moral”. En su hogar pudo haber, y de hecho lo hubo, de todo, “menos el tacto y la capacidad necesarios para educar a un hijo que se abismaba, cada vez en la sima de la perdición”: se ejercían, por un lado, castigos severos, y por otro, se prodigaba exceso de tolerancia. Y en la escuela la situación no era menos deplorable: “el maestro –seguimos leyendo a Carrillo- encarnaba la arbitrariedad y brutalidad”.
El mito del poeta
¿Podríamos -considerando la reseña biográfica de su primera edad, que hemos seguido en el libro de Alberto Carrillo Ramírez- asegurar que en Luis Pardo, el “gran bandido”, se encontraba escondido el espíritu de un poeta que, abrupta y furtivamente, habría llegado a desbordarse en algún momento de su azarosa vida?
Definitivamente, no podemos dar una respuesta afirmativa.
Pero, claro, tampoco negarlo terminantemente. No están definidas con certeza, y ni siquiera aproximadamente, las condiciones que hacen que un hombre o mujer se convierta en poeta. El poeta nace o se hace, gracias o a pesar de sus circunstancias.
Ahora, concretamente, respecto de Pardo ¿qué podríamos decir? Creo que, simplemente, repetir aquello que escribió Alberto Carrillo Ramírez (a quien, estoy seguro, hay que creerle porque sus datos provienen de fuentes de primera mano): que el chiquiano más famoso “no tuvo inclinaciones literarias”.
Luis Pardo, el ser de carne y hueso, dejó de existir de un modo violento, atroz y, digamos, vil, pero quedó su nombre y el “halo de héroe romántico y popular”[2] que lo envuelve. No fue “un caballero andante, deshacedor de agravios y enderezador de entuertos, defensor de débiles y oprimidos; pero tampoco fue el bandido sanguinario y avezado, cruel y abusivo”[3]. Sin embargo la imaginación colectiva que es rica, que no se detiene y, a veces, puede ser inconsiderada, hizo de él un ángel y también un demonio.
No quedó el demonio y tampoco el ángel. Lo que ha permanecido es el héroe querido que enorgullece a todo un pueblo y al que, incluso, le han levantado un monumento como una suerte de sombra protectora al ingreso de la ciudad[4], lo cual es ciertamente loable y legítimo; pues, frente a los pulcros personajes con patillas, charreteras y laureles que nos impone el patriotismo de calendario cívico, no resulta inadmisible la creación de héroes alternativos y dioses a la justa medida de los intereses secularmente desdeñados del pueblo, y “más aún si estos encarnan las ansiedades y los deseos de justicia y libertad”, como expresa Javier Garvich[5]. Por ello, más que el individuo históricamente caracterizado, es en realidad el personaje mítico el que pervive. Y Luis Pardo es, ya y definitivamente, un personaje mítico.
Y como, casi siempre ocurre, los mitos traen como cola más mitos[6]. Durante mucho tiempo hubo quienes convenían en que Luis Pardo fue, también, poeta. Como escribió Carrillo Ramírez, “para unos la personalidad de Pardo fue la de un político ‘fanático’, de un revolucionario de tendencias socialistas y de un poeta, por añadidura”. Alguien, incluso, ha escrito algo que va más allá de la simple imprecisión referida a la “personalidad” o a las “inclinaciones literarias” de este personaje y ha señalado que “se sabía de la producción poética” del gran bandido[7], es decir que escribía poemas. No se ha llegado, sin embargo, a tener evidencias reales de esto. ¿Por dónde, de ser cierta esa afirmación, habrían ido a extraviarse los jamás encontrados manuscritos? Nos atrevemos a creer, por ello, que esto no es más que un noble e ingenuo mito, creado por la fantasía popular, que se agrega a todo lo bueno y malo que sobre el bandolero chiquiano se llegó a decir.
Aparentemente, el surgimiento y activación de este mito habría tenido su origen en la aparición, en setiembre de 1909 (unos meses después de los luctuosos sucesos en que perdió la vida Luis Pardo), de un largo poema publicado en el semanario Integridad que dirigía el escritor liberteño, Abelardo Gamarra, “El Tunante”.
Se trata de un poema que lo componen ciento veinte versos, en que se habla de “las aventuras y desventuras de un personaje que en vida fue perseguido, abusado y difamado”[8] y que comienza lamentándose de su situación de hombre solitario que “por jalcas y oconales, sin hallar fin a sus males, va arrastrando su calvario” y nos dice, además, que a su padre lo mataron y que su madre murió de pena. Y habla, también, acerca de la desdicha de haber perdido a la mujer que amó (“pues nací para infelice”).
El poema empieza, diríamos, casi a la manera de los grandes poemas épicos de la antigua Grecia ( La Iliada , La Odisea ), en los cuales se invoca, de entrada, a la musa como punto de apoyo para luego desarrollar el relato de las hazañas y contingencias del héroe[9].
En el llamado “Canto de Luis Pardo”, en lugar de buscar el amparo y estímulo de la musa, se invoca, como consuelo, a la “dulce andarita”: “Ven acá mi compañera;/ ven tú, mi dulce andarita,/ tú sola, sola, solita,/ que me traes la quimera/ de aquella mi edad primera…”. Y a ella, la andarita, el poeta comienza a contarle sus cuitas.
El poema, en parte narrativo, está escrito en primera persona. Fue sacado a luz, en el periódico dirigido por “El Tunante”, sin darse a conocer el nombre de su autor, lo cual generó más de una sospecha entre los lectores. Unos atribuían su autoría al director del mencionado semanario y otros a Leonidas Yerovi, que entonces escribía para la revista semanal “Actualidades”. La presunción -ligera, por cierto- que también se generó fue que quien lo escribió no pudo ser sino Luis Pardo, dada la obviedad del texto en que aparece el nombre del “gran bandido”.
Alberto Carrillo Ramírez se encargó, como ya hemos visto, de desmentir aquella peregrina conjetura. No solo afirmó que Pardo carecía de inclinaciones literarias, sino que, además, por el hecho de que en el poema aparecían ciertas expresiones ajenas al hablar chiquiano, resultaba prácticamente inaceptable atribuirle su autoría[10]. Aunque -a pesar de esta pertinente e irrebatible aclaración hecha en el libro que trata de la “vida y hechos del famoso bandolero chiquiano”- algunos siguen pensando lo contrario, debemos afirmar enfáticamente que hablar de “Luis Pardo poeta” no es más que aludir a un mito romántico pero innecesario, sugestivo pero exagerado.
El mito de la amada muerta
Como hemos dicho, Carrillo hace referencia a palabras no usadas en Chiquián y que aparecen en el poema de marras. Una de ellas –que en su libro se resalta en “negritas”- es oconales, expresión referida a los humedales andinos[11]. Pero en la que pone mayor atención es en una palabra que, al igual que la mencionada, no aparece en el diccionario de la Real Academia y que, efectivamente, no era empleada en Chiquián; se trata de “andarita”[12].
Bien, nos encontramos aquí con la aparición de otro mito; digamos, de otra fabulación. Es cierto lo que dice Carrillo: considerando el uso de esta palabra, andarita, ya tenemos una razón para descartar a Pardo como autor del poema que, dicho sea de paso, demuestra que quien lo escribió era un experto en versificación; al menos, los versos que lo componen son unos octasílabos realmente bien hechos. Sin embargo, otro es el tema ahora.
Dijimos antes que el “Canto de Luis Pardo” empieza invocando la compañía de la “dulce andarita” como consuelo del hombre solitario que quiere que sea ella quien le escuche contar sus “aventuras y desventuras”. Cierto. Y una de aquellas desventuras, además de la muerte de sus padres (él asesinado y ella aniquilada por la pena) se debe al alejamiento de la mujer amada. Eso es lo aquel “hombre solitario” le cuenta a la “dulce andarita”: le dice que él amó a una mujer a la cual hubo “también de perder…/ pues nací para infelice”.[13] El mito o, mejor dicho, los dos mitos generados en torno a esto, están en que suele afirmarse, primero, que es la “andarita” la mujer amada que perdió el protagonista del poema, o sea Luis Pardo; segundo, que esa pérdida se produjo por muerte de la fémina.
Una cuidadosa lectura nos permite advertir que no es así. El poema habla, efectivamente, de la pérdida de la mujer amada que, obviamente, llena de desconsuelo al hombre que la sufre. Pero en ninguna parte se precisa que ella hubiera muerto. Simplemente se alejó del hombre que la había amado, y al despedirse le regaló, a manera de recuerdo, un pañuelo. Leamos la penúltima de las décimas: “Cae la noche, en el cielo/ surge la argentada luna/ triste como mi fortuna/ sola cual mi desconsuelo. / A su luz beso el pañuelo/ que me dio a la despedida,/ que en su llanto humedecida/ besó ella con pasión loca/ y que guarda de su boca/la huella siempre querida.” Más claro, imposible. El desconsuelo de Luis Pardo –ateniéndonos a la lectura del poema- no se debió, pues, a la muerte de la mujer amada, sino a que, en su llanto humedecida, ella simplemente lo abandonó.
El mito de “la andarita”
Y aquella mujer pudo haber tenido cualquier nombre o cualquier apodo pero, definitivamente, no fue Andarita. Primero, como hemos dicho, porque el poema no dice nada de esto. Segundo, porque esta palabra –salvo en estos últimos años- no era usada ni conocida en Chiquián.
Se ha dicho y escrito que “Andarita” fue el apodo cariñoso con que Luis Pardo trataba a la andina mujer que amó[14], comparándola, de esta manera, con una bella flor de monte que –se asegura– habita el noroeste del Perú y “cuyo tallo es de color gris y capullo de pétalos guinda con aroma a cedro y jazmín”. Bella definición esta que, como se ve, tiene mucho de poesía. Pero nada más.
Es cierto, la andarita corresponde a la zona norte de nuestro país, pero no precisamente al noroeste, sino a la sierra que va desde Pallasca hacia Cajamarca. Es una expresión bella y sugerente que cuando niños la escuchábamos y pronunciábamos con especial regocijo, y recordarla ahora nos produce una inefable emoción.
Pero -digámoslo de una vez por todas- este nombre no se asigna a ninguna flor “de pétalos guinda con aroma a cedro y jazmín”. Hemos tratado por todos los medios a nuestro alcance de ubicarla en algún punto de este Perú de metal y melancolía que cantó García Lorca, pero no hemos logrado el resultado que pudiera corroborar lo dicho acerca de aquella misteriosa “flor de monte”.
Es que, en realidad, no es una flor, sino un instrumento musical. “Andarita” es el nombre que se le da a una especie de flauta de pan -parecida al siku altiplánico-, más comúnmente conocida, en gran parte de nuestro país y en alguna otra región de Sudamérica, con el nombre de “antara”[15]. Es probable que para darle una sonoridad más suave y lograr una acentuada eufonía (uso que es común en nuestro país), se haya recurrido al reemplazo de la “t” por la “d”, convirtiéndose “antara” en “andara” y -habituados como solemos ser a los hipocorísticos- terminara usándose “andarita”. En otros países, esta andina flauta de pan recibe diversos nombres: rondador, hipacate, julajula, flauta de pan Calchaquí, etc[16]. Es un instrumento humilde cuyos sonidos son como trinos de ave silvestre y que, al igual que la quena, solía ser la consoladora compañía del hombre del ande en sus solitarios desplazamientos por jalcas y oconales[17]. Por ello es que el poeta autor del “Canto de Luis Pardo”, que evidentemente conocía este instrumento, lo eligió como un personaje importante en su composición, requiriéndolo como interlocutor e invocándolo como consuelo, para hablarle de pesadumbres y aventuras.
El Tunante
Pero es evidente que, no obstante saber de qué se trataba, el poeta incurrió en lo que podríamos llamar tal vez una “incoherencia referencial”, pero preferimos hablar de licencia literaria: el contexto o las circunstancias que motivaron el poema (que habla de las cuitas y aventuras de Luis Pardo) se ubican geográficamente en Chiquián y en sus inmediaciones donde, como ya hemos dicho, “andarita” era una expresión desconocida. El poeta pudo no estar enterado de esto y por eso empleó el término o, sabiéndolo, no lo descartó debido a su ya mencionada eufonía. Podría haber usado un término más cercano a Pardo o al castellano de Chiquián o, más precisamente, en lugar de “andarita” haber escrito, por ejemplo, “quena”. Pero, en fin, esto es harina de otro costal. Lo que queda claro es que ni fue Pardo, ni ninguna otra persona nacida en Chiquián o en los pueblos vecinos a esa bella y culta ciudad, quien escribió el poema que nos ocupa.
Tiene que haber sido alguien proveniente de la zona en que se conoce el instrumento denominado andarita. Y esta certeza nos incita a descartar asimismo, de plano, a Leonidas Yerovi que, como vimos antes, también fue mencionado como probable autor del poema[18]. El ingenioso fundador de “Monos y monadas” no tenía ni idea acerca de la “andarita”.
Llegado a este punto, creemos que más cercana a la verdad se encuentra la sospecha de que el autor pudo muy bien haber sido Abelardo Gamarra, “El Tunante”. Primero, porque él fue, amén de humorista, un maduro y culto poeta; segundo, porque, sin tener precisamente que haber simpatizado con el “Gran Bandolero”, fue quien –en medio de una agresiva campaña periodística de ensañamiento y calumnias- trató de defenderlo “en un artículo especial de su periódico”[19]; y tercero, porque Gamarra nació en Huamachuco y, debido a ello, conocía lo que es una andarita. De él expresó Mariátegui que se trataba del escritor “que con más pureza traduce y expresa a las provincias”; en su obra, agregó, “es demasiado evidente la presencia de un generoso idealismo político y social”. Y esto es lo que se hace patente en el poema escrito en honor a Luis Pardo, que es -dicho sea finalmente- considerado una de las primeras composiciones “de protesta”, lo que se condice en cierto modo con el espíritu contestatario y de “verdadera adhesión a su patriotismo revolucionario” que, según el autor de los “Siete Ensayos”, puso de manifiesto Gamarra desde su juventud. Habría que preguntarse por qué no colocó su nombre al publicarlo y dejó que circule aquello del “envío anónimo a la redacción”. Las razones solo él pudo conocerlas y, obviamente, prefirió guardarlas. [20]
Debemos decir, finalmente, que -no obstante tener el soporte de los razonamientos expuestos y fundarse, además, en lo que Jorge Basadre[21] estimaba como cierto- la afirmación que expresamos sugiriendo enfáticamente la autoría de Gamarra respecto del poema motivo del presente ensayo, es probablemente solo una imprudente hipótesis. Más allá de argumentos, se requeriría de incontestables pruebas documentales. Ojalá alguien pudiera encontrarlas.
Creemos estar en condiciones de asegurar, sin embargo, que si la persona que escribió el “Canto de Luis Pardo” no fue Abelardo Gamarra (a quien nuestro historiador de la República consideraba como tal), tuvo que haber sido un poeta natural de Huamachuco (tierra de El Tunante) o de algún otro pueblo de la sierra norte de Ancash, de La Libertad o de más allá. Pero, en definitiva, ninguno de Chiquián. Lima, abril del 2009
NOTAS
[1] A. Carrillo Ramírez: Luis Pardo, el gran bandido. 2da. Edición, Lima, 1976
[2] Félix Álvarez Brun: Ancash, una historia regional peruana. Lima, 1970.
[3] José Ruiz Huidobro. En: Revista ancashina Eco Regional, julio 1960.
[4] En el centro de un pequeño parque, a la entrada de Chiquián, se encuentra la estatua ecuestre de Luis Pardo levantando un revólver con la mano izquierda, y unos metros a la derecha, la imagen esculpida de Santa Rosa, patrona de la localidad, sostiene en la diestra una cruz.
[5] Javier Garvich: Un fin de semana con Luis Pardo en: http://lapizymartillo.blogspot.com/
[6] Se considera aquí al mito en su acepción de fábula, de fantasía o de creencia aceptada y trasmitida por una comunidad; no como creencia cosmogónica.
[7] es.wikipedia.org/wiki/Luis_Pardo.
[8] El canto de Luis Pardo. En: http://eruizf.com/musica/luispardo.html
[9] “Diosa, canta del Peleida Akileo la cólera…” ( La Iliada ).
[10] Carrillo dice: “Estas décimas no puede haberlas escrito Pardo, porque él no tuvo inclinaciones literarias; además, en ellas figuran palabras que no son propias del hablar chiquiano, como “andarita” y otras.”
[11] “Los oconales son lugares húmedos o parcialmente anegados, pantanosos o semipantanosos que se presentan en la región altoandina del Perú sobre los 3.300 m . de altitud.” ( http://rua.ua.es)
[12] Durante el encuentro de escritores realizado en Chiquián a principios de este año, pudimos advertir que esa ciudad la palabra “andarita” ha sido asimilada con relativo fervor. Supimos también que a una chiquilla declamadora habían proclamado como “ La Andarita ”.
[13] Nótese, además, que no es el término “infeliz” el empleado, sino otro que evidencia un ostensible carácter poético: “infelice”.
[14] Veamos lo que aparece escrito en la Internet : “Cerca a los 25 años se enamoró perdidamente de Zoila Tapia, una joven pastora, que él llamaba cariñosamente “Andarita” (nombre de una flor silvestre que crece en noroeste de Perú) y formó vida conyugal con ella. Pero su felicidad no duró mucho: Zoila falleció al dar a luz a su hijo, quien murió poco después.” (es.wikipedia.org/wiki/Luis_Pardo)
[15] Instrumento consistente en una hilera de cañas de carrizo abiertas en uno de sus extremos, dispuestas en orden decreciente y afinadas en escala pentatónica (por lo general en “la” o en “mi”).”
[17] Es común recurrir, poéticamente, a un instrumento familiar para contarle las penas. Recuérdese, por ejemplo, el vals “Guitarra” de Augusto Polo Campos.
[18] Un dato curioso: el escritor Darío Mejía afirma haber encontrado un catálogo de los antiguos Discos Victor de los años 1924-1925, “donde el vals Luis Pardo figura con Leonidas Yerovi como autor”, y fue grabado por el dúo Gamarra y Marini, hijo, el primero, de “El Tunante”: www.boletindenewyork.com
[19] Ver: Carrillo Ramírez.
[20] Años después de publicado el texto se efectuó una adaptación para convertirlo en vals criollo con música del compositor Justo Arredondo.
[21] Ver: Edmundo Cornejo U. Nota bio-bibliográfica a “En la ciudad de Pelagatos” de Abelardo Gamarra. Ediciones PEISA. Lima, 1975.
Publicado en Diario La Republica, Columna "En Oficios Terrestres", martes 18 de julio de 1995, p. 32
Alicia Maguiña en su hora
Por Armando Arteaga
Las hondas hertzianas suelen muchas veces traernos gratas sorpresas, mejor si es a través de Radio Omega (97.1 F.M)*. Los lunes, miércoles y viernes, de 1 a 2 p.m. se abre el almanaque musical criollo, las albricias que tres veces por semana nos obsequia la señora Alicia Maguiña.
Ella llama a este sublime gesto sonoro, mensaje de peruanidad, yo creo que es cátedra y morfología celestial para las desorejadas nuevas generaciones, el destinado de su enseñanza obstinada va para la posteridad. "La hora de Alicia Maguiña" que es como se llama su programa radial, suele ser a menudo el aula desde donde predice la autora de "Viva el Perú y sereno" esta amena religión por nuestra música peruana.
Es enorme la riqueza, la variedad y la proximidad de nuestro folklore, muchas veces despreciado y ninguneado, otras, escondido y olvidado.
Por la señora Maguiña sabemos que Pedro Espinel Torres era amigo y compadre espiritual del maestro Felipe Pinglo, que el distinguido toque que iluminó la noche triste de Nicolás Wetzell es un particular distintivo del veta ejecutante de laúd. Aprendamos que nadie nos entrege gato por liebre en el desfile mágico de los propios actores de la jarana, nuestra melomanía se engrandece al recordarnos cada detalle del proceso festivo, además por la transmutación sincera de lo que ella sabe y ha vivido, encontramos las banderas del cancionero nacido del pueblo, los músicos que no se amilanaron en la pugna con lo foráneo que coloniza, los nombres de los grandes personajes que volcaron toda su experiencia en la inspiración: la fatalidad de Laureano Martínez, la vida "pensada" de Alcides Carreño, las sobresdrújulas de Mañuco Covarrubias, los desengaños de Francisco Reyes Pinglo, la muñeca rota de Serafina Quinteras, la nube gris de Eduardo Márquez Talledo y la soledad de Lorenzo Humberto Sotomayor.
Qué bien, por Alicia Maguiña, una de las personas que más sabe sobre nuestro "asir" popular y el gusto criollo de esta Lima que ya se fue. Saber que Alicia es nuestra y los peruanos somos de ella.
*Ahora se trasmite el Programa "La Hora de Alicia Maguiña" en Radio Nacional del Perú: Lúnes, Miercóles y Viernes a las 3 P.M.
El 5 de abril de 1997 dejaba de existir, rodeado de sus amigos, Allen Ginsberg, el loco, el homosexual, el poeta, amigo de adolescencia de Neil Cassady y Herbert Huncke a quienes conoció en la Universidad de Columbia de Nueva York. Ginsberg el que robaba autos de forma caleta (al igual que Gregory Corso) y motivo por el cual fue arrestado alguna vez, y fingió estar loco para evitar la pena de cárcel pero tuvo que ir ocho meses a un centro psiquiátrico. Luego salió a las calles y tuvo que trabajar de lo que sea; fue cartero como su “enemigo mío”: Henry Chinaski Bukowski (leer abajo algunas estocadas de Allen), fue también guachimán, vigilante, lavaplatos, soldador de un centro metalúrgico. Toda esta insatisfacción le hace revelar su homosexualidad y su posición antiestablishment; y por consejo de Jack Keroack decide trasladarse a la costa oeste. A su arribo a San Francisco, los primeros años de la década del cincuenta, empieza la bohemia, su promiscuidad sexual empieza a tener fama. Por aquella época Ginsberg escribía lo que se le ocurría, él sabía, de forma tácita, que la poesía tenía que fluir, no sabía cómo exactamente, no conocía todavía los engranajes secretos que el LSD y el peyote le otorgarían para luego, con la ayuda de algunos maestros literarios, tomar forma en lo que fue una de las poéticas más influencias en el siglo XX.
Amigo de Jack Keroack (célebre por su “On the Road”) no tardó mucho tiempo en convertirse en un puntual de la contracultura de su “editor” Ferllinguetti, Kenneth Patchen y sobre todo de su amante Peter Orlovski, el poeta con cola de caballo; revolucionó al mundo con su grito estentóreo “Howl” escrito bajo cierto padrinazgo de William Carlos William quien fue el primero que le jaló las orejas al inquieto Allen, el que abrazaba y besaba a muchachos de su misma edad, al que no le importaba “hombre o mujer, lo que quiero es amor” (todavía tengo en la memoria ese poema “Por favor, Maestro” donde Allen clama por un deseo homosexual insatisfecho. Si más recuerdo ese poema está en “Fall in the América”, “La caída de América” editado en la década del setenta en plena guerra tibia y los rezagos de Vietnam). El poema “Aullidos”, por el cual obtuvo censura y fue llevado nuevamente a los tribunales (no nos olvidemos del carro robado), tuvo muchos adeptos y seguidores en el mundo. En el Perú, el poeta Armando Arteaga hizo una traducción bastante particular que empezaba con el bíblico y apocalíptico: “He visto las mentes más regias de mi generación destruidas por la locura, desnudos histéricos, hambrientos arrastrándose por las calles de los negros en busca de un pinchazo arrecho de la droga, etc.”
Ginsberg...
En inglés:
“I saw the best minds of my generation destroyed
by madness, starving hysterical naked,
dragging themselves through the negro streets at dawn
looking for an angry fix,
angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly
connection to the starry dynamo in the machinery of night,
who poverty and tatters and hollow-eyed and high sat up
smoking in the supernatural darkness of cold-water flats
floating across the tops of cities contemplating jazz.....”
Una traducción floja sería:
[ He visto las mentes más lúcidas de mi generación
Famélicos histéricos desnudos
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer
pordioseando una colérica migaja,
excéntricos de cabeza de ángel agotándose por la primitiva, celestial
conexión con la dinamo estrellada de la nocturna maquinaria,
ellos, pobreza enmarcada en harapos, drogados de mirada vacía,
los que, en vela, fumaban en la oscuridad sobrenatural
de pisos de agua fría y flotaban sobre las colinas de la ciudad
contemplando el jazz.]
Allen Ginsberg muy preocupado por la poesía fundó, junto a Anne Walkman, “The Jack Kerouac School of Disembodied Poetics”, un instituto de investigaciones poéticas que lleva el nombre de su “hermano mayor” y a la que le dedicaría muchos años de su vida, no nos olvidemos que Ginsberg fue solidario y siempre andaba preocupado por la economía de sus allegados y amistades no tan cercanas, a los que les hacía, continuamente, giros de dinero y, también, cómo no, remezas de libros y revistas.
En los agitados años 60 estuvo muy interesado por la música popular lo que lo llevó a entablar amistad con los Beatles, especialmente con John Lennon. Asimismo compartió escenario con bandas como los Jefferson Airplane, The Fugs: y con solistas como John Coltrane, Patty Smith, Bob Dylan quien lo llevó de gira por Estados Unidos. En los ochentas se juntó a roqueros jóvenes no tan conocidos que lo invitaban para que leyera poesía en antros llenos de humo, mariguana, ácidos, LSD, prostitutas, homosexuales y gente de mal vivir. Por ahí dicen que sobrevive una grabación con Kurt Cobain y, también, cómo no con The Clash. En 1993 escribió el libreto de un ópera con Philip Glass, llamado Hydrogen Jukebox. Escribió también las letras para el Cosmopolitan Jazzy Opera sobre la música de George Gruta.
Su entorno más cercano afirma que su último poema titulado “De la fama y la muerte” se lo leyó a su enfermera, en los que parece retomar ese impulso de su juventud que nunca se perdió y que más bien le daban a Allen Ginsberg el aura prodigiosa de los que nunca envejecen:
Muerte y Fama
Cuando yo muera
me da igual lo que pase con mi cuerpo
si lanzan las cenizas al aire, las dispersan en el
este del Río
o las entierran en una urna en Elizabeth, New
Jersey, cementerio B'nai Israel
Pero quiero un gran funeral
Catedral de San Patricio, iglesia de San
Marcos, la mayor sinagoga de Manhattan
Primero, está la familia, hermano, sobrinos,
activa madrastra Edith de 96 años de edad, tía
Honey la del viejo Newark,
Doctor Joel, primo Mindy, tuerto y uniorejudo
hermano Gene, rubia cuñada Connie, cinco
sobrinos, hermanastros & hermanastras, sus
nietos,
compañero Peter Orlovsky, celadores
Rosenthal & Hale, Bill Morgan...
Luego, el espíritu del Maestro Trungpa
Vajracharya, y están Gelck Rinpoche, Sakyong
Mipham, Dalai Lama alerta, posible visitante de
Norteamérica
Salchitananda Swani Shivananda, Deborahava
Baba, Karmapa XVI, Dudjon Rinpoche, fantasmas
de Katagari & Suzuki
Baker; Whalen, Daido Loorie, Qwong, frágil y
de pelo blanco Kapleau Roshis, Lama Tarchin...
Después los más importantes, amantes de todo
un medio siglo
Docenas, un centenar, más, colegas mayores
calvos & ricos
jóvenes conocidos recientemente desnudos en
la cama, multitudes sorprendidas de verse unas a
otras,
innumerables íntimos, intercambiando
recuerdos
"Él me enseñó a meditar, ahora soy un antiguo
veterano del retiro de los mil días..."
"Yo toqué música en los andenes del metro,
soy hetero pero le quise y me quiso"
"A los 19 sentí que me quería más que nadie nunca"
"Nos tumbamos bajo mantas, cotilleos, leyó
poemas míos, abrazos & besos tripa contra tripa,
brazos alrededor uno del otro"
"Yo siempre me meto en la cama con ropa
interior & por la mañana los calzoncillos
estaban en el suelo"
"Los japoneses siempre querían que me
enrollara con un maestro"
"Hablamos la noche entera de Kerouac &
Cassidy sentados como Budas, luego dormimos
en su cama de capitán"
"Parecía necesitar mucho afecto, una pena
no hacerle feliz"
"Antes nunca estuve en la cama desnudo con
nadie, fue tan cariñoso, el estómago
se me estremeció cuando deslizó el dedo por
mi abdomen de pezones a caderas..."
"Lo único que hice fue estar tumbado con los
ojos cerrados, él hizo que me corriera con la
boca & los dedos deslizándose por la cintura"
"Me hizo una mamada maravillosa"
Así son las conversaciones de amantes de 1946,
el espíritu de Neal Cassidy mezclándose
con carne y sangre de la juventud de 1997
y sorpresa: "¿También tú? ¡Si yo creía que eras hetero!"
"Lo soy, pero Ginsberg fue una excepción,
por algún motivo me gustó"
"Olvidé si yo era hetero, gay, loca o divertido,
era yo mismo tierno y cariñoso para que me
besen la coronilla,
la frente, garganta, corazón & plexo solar,
en pleno vientre, en la polla me dio mucho placer
con la lengua en el culo"
"Me encantaba el modo en que recitaba:
"Pero a mi espalda siempre oigo el carruaje alado
del tiempo que se apresura acercándose", manos
juntas, ojo en el ojo, en la almohada..."
Entre amantes, una hermosa juventud que
ofrece el trasero
"Yo asistí a sus clases de poesía, era chaval de
17 años, hice algunos recados hasta su piso
sin ascensor,
me sedujo y no quería, hizo que me corriera,
fui a casa, nunca le volví a ver, nunca quise..."
"No se podía levantar pero me quería",
"Un viejo limpio",
"Se aseguró de que yo me corriera antes"
Esta es la multitud más orgullosa sorprendida
en el lugar de honor de la ceremonia...
Luego poetas & músicos -bandas grunge de
universitarios-
envejecidas estrellas del rock, Beatles,
fieles guitarras que acompañan directores gay de música clásica,
desconocidos compositores de jazz muy pasado,
trompetistas funky, bajos con arco & trompas, genios negros,
cantantes de folk, violines, con dobro, pandereta, armónica, mandolina,
arpa de boca, silbatos y zazoos
Después artistas italianos realistas románticos
educados en los años 60 en la India, pintores-poetas
toscanos, los últimos fauves, dibujantes
clásicos de Massachusetts, diablillos surrealistas
casados con mujeres del continente, pobreza,
cuadernos de dibujo, maestros de escayola, óleo,
acuarela de las provincias norteamericanas.
Luego profesores de instituto, solitarios
bibliotecarios irlandeses, delicados bibliófilos,
tropas de liberación sexual, mejor dicho ejércitos,
damas de uno y otro sexo.
"Le vi docenas de veces y nunca recordaba mi
nombre, de todos modos le quería, un auténtico
artista"
"Un ataque de nervios después de la menopausia,
el humor de su poesía me salvó del suicidio"
"Charmant, un genio de modales modestos,
fregaba los platos, estuvo invitado una semana
en mi estudio de Budapest"
Miles de lectores, "Aullido me cambió la vida
en Libertyville, Illinois"
"Le vi leer en Montclair State Reacher College
y decidí ser poeta..."
"Me enganchó, empecé con rock de garaje
cantando canciones en Kansas City"
"Kaddish me hizo llorar por mí mismo y por
mi padre que vivía en Nevada City"
"Padre Muerte me consoló cuando mi
hermana murió en Boston, en 1982"
"Leí lo que dijo en una revista, me puso
en órbita, comprendí que por ahí había otros como
yo"
Bardos sordos & mudos firmando brillantes
gestos con la mano
Luego periodistas, secretarias de editores,
agentes, retratistas y aficionados a la fotografía,
críticos de rock, trabajadores culturales
historiadores de la cultura vienen a presenciar el
histórico funeral
Super-fans, poetastros, beatniks de
edad madura & seguidores fieles de los Grateful Dead,
cazadores de autógrafos, distinguidos paparazzi,
mirones inteligentes
Todos saben que fueron parte de la "Historia"
exceptuados los muertos que nunca supieron
lo que pasaba exactamente
ni siquiera cuando yo estaba vivo.
PD1.-
Este ángel negro al dejar este mundo y privarnos de su poesía abrió un vacío y estableció una orfandad y un desconsuelo que ningún poeta, contemporáneo suyo, podría superar. Un escritor, por ahí, estableció un cuadro de sobrevivientes, hoy lamentablemente ya no existe ninguno.
Dejo aquí un cuadro de “soldados” sobrevivientes de esta generación beat al fallecimiento de Ginsberg:
Jack Kerouac.- es el más conocido de la Beat Generation. Su libro On the Road es un modelo a seguir por las nuevas generaciones de escritores libertarios y antisistemas; en él narra las peripecias de los jóvenes norteamericanos y la necesidad de la búsqueda que trasciende en el viaje y en el contacto con la naturaleza urbana, las calles, la nostalgia del camino, etc. Keroac Nació en 1922 en Massachusetts. Murió en 1969.
Lawrence Ferlinghetti.- Fundador de la editorial City Lights (que primero fue una revista) fue, para muchos, el más comprometido políticamente, nació en Yonkers, en 1919, aunque él insistía en que no conocía estos datos, ya que su padre había muerto antes y su madre ingresó en un psiquiátrico al nacer él. Pasó su infancia en Francia e hizo la Segunda Guerra Mundial como oficial de la marina estadounidense. Starting from San Francisco se cuenta entre sus poemas más celebrados. Se dice que Ferlinghetti escribía sus poemas para ser leídos en voz alta y había pensado en las cintas magnetofónicas.
Timothy Leary.-Nació en 1920 en Springfiel, fue el filósofo, el chamán, adicto al ácido lisérgico. De ojitos brillantes y hablar rápido como una enredadera, había sido el último componente del grupo en dejar este mundo miserable, en 1996.
William Burroughs.- vivió en Lawrence, Kansas, apartado del mundanal ruido, pero pintando escribiendo y haciendo pequeñas artesanías. Su Almuerzo desnudo, el “Naked Lunch”, supuso una pequeño libro iniciático de la Beat Generation. Se apartó pronto del alcohol al que cambió por drogas controladas, lo que sin duda le otorgó una vida más larga que al resto de sus amigos. Murió casi al año de la muerte de Ginsberg: el 2 de agosto de 1997.
Gary Snyder.- Nació en 1930, en Oregón. Fue personaje en más de una novela de Kerouac, que le admiraba sinceramente. Entre sus obras destacan: A Range of Poems y Regarding Wave. Según Ginsberg y Kerouac, «el tipo más loco e inteligente que hemos conocido en nuestra vida».
Gregory Nunzio Corso.- nació en 1930 en Nueva York. Fue el payador por excelencia, dedicado al hurto y a malas maña parecía destinado a una vida menos literaria, cuando fue encarcelado durante tres años en la prisión de Clinton, Dannemora (Nueva York), por robar carros. Su vida cambió y pudo ver publicados libros como Long Live Man y La mutación del espíritu (recomiendo su “El Feliz Cumpleaños de la muerte” en la colección Visor). Por cierto Guillermo Niño de Guzmán conoció a Corso y a Ferllinghetti y les dedica un cuento, si no más recuerdo es “Viejo Ángel de la Medianoche”.
Rexroth.- fue uno de los más longevos del grupo, nacido en 1905, fue uno de los impulsores. Autodidacta absoluto, como gustaba repetir, había nacido en South Bend y murió en 1982, en California. Era poeta, pintor, traductor, ensayista, crítico. Viajero infatigable, como casi todos los miembros del grupo, Rexroth tuvo tiempo para escribir de todo. Entre sus títulos: Bird in Bush, Assays y La sociedad alternativa.
Los años pasan, la vida se va, una generación viene detrás de otra. El nudo borromeo lacaniano nos enlaza a otro tiempo, a otra generación (¿todo esto no será solo una cuestión de ideas). Siempre los recordaremos como los más locos, los más drogados, los entregados al desenfreno y a la vagancia como debe ser la vida sumergida en la poesía y en los excesos como decía William Blake. Hace 12 años no pude escribirle nada a Ginsberg. Todavía guardo los recortes periodísticos que hablan de su deceso. El “Aullido” se quedó para siempre en el éter, en el lugar que le pertenece, el de la eternidad. Martín Adán, su amigo, le hubiera dado un beso. Ahí en el cielo o en el infierno deben estar haciendo de las suyas.
PD.-2:
En 1996 Allen Ginsberg fue entrevistado por Jean-Francois Duval, el texto apareció en Le Magazine Littéraire, núm. 341, marzo de 1996, ahí habla sobre Charles Bucowski, con quien tuvo una rivalidad literaria hasta el final de su vida:
-¿Y de los norteamericanos…? Tomemos como ejemplo a Charles Bucowski. A veces se tiende a relacionarlo con el movimiento beat. ¿Lo conoció?
-Una vez hicimos una lectura juntos.
-¿Le gusta a usted su poesía?
-No mucho.
-No es un gran poeta…
-Bueno, es un poeta interesante, No digo que sea un gran poeta, no. Tal vez algunos de sus poemas suyos figurarán en alguna antología de buena poesía, pero no estoy seguro. Era más popular hace algún tiempo, sobre todo en Alemania. Creo que su obra empalidecerá un poco. Aunque a los alemanes les encanta la expresión de ese tipo de sufrimiento tan crudo.
Era tarde, muy tarde. La noche era inmensa y Mike Pérez no podía terminar de un solo porrazo el día, ese final de insomnio lo trastocaba. Le daba vueltas en la cabeza una sola idea: bajar a la cocina.
Se enrollaba en la cama aún más al costado de su esposa que dormía ya plácidamente, no se decidía. Hasta que más pudo el hambre.
Mike Pérez ha sido siempre minucioso y es de una exquisitez que a veces mejor no les cuento. Al entrar en la cocina sintió demasiado frío, el marfil de las losetas y mayólicas le hacían castañear los dientes, y ni qué hablar de la blancura de la refrigeradora que instantáneamente le hacía pensar en el polo norte, rodeado de nieve.
Pero en las noches, cuando el insomnio le carcomía hasta el último nervio, masticar para él
era una terapia perfecta. ¿Qué habría en ese refrigerador?, ¿Qué secreto le habría dejado allí su mujer?, ¿Vamos a ver, dijo, un tuerto?. A fin de cuentas, con esa hambre, un pescado no estaba mal, pero tendría que estar frito, con rodajas de tomate, jugo de limón, y por supuesto, unas papas doradas.
Pero no todo andaba perfecto esa noche ni previsto, en forma normal. La rutina de Pérez terminó en el suelo apenas abierto el refrigerador. La cosa fue tan de repente. Había que ver la cara de la corvina, y hay que advertir que también la de Pérez.
- Por favor, Sr. Pérez, insistió la corvina-, no sea cruel. Déjeme ir de aquí, libéreme.
Pérez no salía de su asombro. Una corvina que hablaba en perfecto idioma.
- ¿Y quién eres tú para pedirme tan descabellada cosa?- le respondió Pérez a la desconocida corvina que ya empezaba a soltar unas lluvias de los ojos.
- Soy una corvina macho enamorado de otra corvina hembra- enfatizó tan extraño personaje, -fui secuestrado del mar, mi casa, por unos policías, para padecer esta infamia, esta injuria, que me hace un ser inútil, sólo por el hecho de haber osado enamorarme. He sido desterrado hasta esta refrigeradora por agen-tes de diversos países. He sido sometido a los más diversos interrogatorios, he padecido torturas en los más exóticos frigoríficos y supermarkets, hasta que la extraña mano bondadosa de su cocinera me rescató de esa red internacional de espionaje jamás visto contra el país de las corvinas.
- ¿Y por qué tendría que creer toda esta historia? - insistió Pérez.
- Es muy simple -volvió a responder la corvina-. Usted me devuelve al mar; me lleva en una bolsa de plástico y me deja en mi destino, en las aguas saladas. A cambio de eso, yo le ofrezco revelarle el secreto del idioma, soy el único mortal de estos lugares que habla todas las lenguas del mundo.
La corvina yacía tristemente sobre la mesa. Pérez meditó un rato sobre el asunto. ¿Esta corvina habla? ¿O es que yo estoy fuera de la realidad?. Y no pudo soportar más esta indefinición; afilando el cuchillo empezó a descuartizar en trozos a la corvina, trozos que a fin de cuentas fueron a terminar en la sartén de aceite caliente.
Cuando el teléfono sonó y Pérez se apresuró a contestar, la pobre corvina era ya un excelente plato. Pero a estas horas, ¿quién puede ser?...
- Aló. ¿cómo...?
- Soy la corvina, Sr. Pérez, y es Ud. un reverendo cínico, un desdichado apuntador de aduanas que perdió una excelente oportunidad de ser bueno. Nada humano ha sido conmigo...
Descolgando el teléfono, Pérez se quedó mudo para siempre, con el mis-terio del origen del idioma, romance, y desde entonces es el más famoso escritor no-hablante de este discreto distrito.
Pero volviendo al sueño, Pérez volvió a su cama después de atragantarse de pescado frito, y luego de cepillarse los dientes.
Sintió el muslo caliente de su esposa. La esposa también sintió el cuerpo helado de Pérez.
- Parece que hubieras estado en el polo -murmuró-. Le dio un beso, y se volvió de espaldas. Pérez estaba inconfesable.
- Mi amor -le susurró la esposa dándole un codazo- si mañana hace sol nos vamos a la playa...
La esposa empezó a estar profundamente dormida.
Pérez se sintió desdichado, y apagando la luz, empezó a sentir la defor-mación de su cuerpo. Estaba en otro mundo, ahora era un hombre simple, sin lengua. ¿Un lenguado a lo mejor?. Pérez entró por fin en el sueño, al infinito.
Entrevista a Andrés Caicedo
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*Entrevista única a Andrés Caicedo pirateada del aire por Luis Ospina y
Eduardo Carvajal. Subtitulada por Sandro Romero y Karen Roa*
Entrevista Andrés ...
-
Iglesia San Pedro de Caraybamba
https://drive.google.com/file/d/1v_4SPV-RZRNRVHW8vNkKE6P3x2LlfKR6
IGLESIA SAN PEDRO DE CARAYBAMBA
Aymaraes. Apurimac.
...
POSTDATA / ARMANDO ARTEAGA
-
POSTDATA / ARMANDO ARTEAGA
Pasé las tardes Ana imaginando
tu silueta de ayer que hoy debe deambular
algo veloz
entre la multitud.
Y que se fue a perder...