miércoles, 6 de mayo de 2009

EXPRESIÓN POPULAR, TRADICIÓN LITERARIA Y HETEROGENEIDAD EN CELSO V. TORRES / ARMANDO ARTEAGA

EXPRESIÓN POPULAR, TRADICIÓN LITERARIA Y HETEROGENIEDAD
EN CELSO V. TORRES   
Armando Arteaga


Armando Arteaga exponiendo sobre la obra de Celso V. Torres y Aureo Sotelo (AEPA) en Huari.

Celso Víctor Torres Figueroa, escritor y periodista, además de escribano y notario público, nació en Caraz el 18 de julio de 1859 y falleció en la misma ciudad el 12 de noviembre del 1918. Celso V. Torres –que era así como firmaba sus escritos-, publicó en sus años iniciales un libro de poesía popular y romántica: “Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” (Librería e Imprenta de Carlos Prince, Lima, 1888), del que existe un ejemplar deteriorado en la Biblioteca Nacional. Obra literaria y poética, etnológica y antropológica, que algunos críticos despistados han querido desdeñar como “folklórica”, pero que tiene un valor social e intrínseco para su trayectoria de escritor. Aunque también, hay que reconocer, el mismo Celso V. Torres llamó a este libro del ímpetu juvenil: “obra chabacana”, hija de la locura. Pienso que, desalentado, e influenciado por el prestigio literario y la tendencia hispanófila- romancesca de su amigo Ricardo Palma

“Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” fue editado nuevamente en 1903, recuperado -este libro- en una edición de carácter popular, seleccionando 45 canciones. Algunas de estas “piezas” notables del folklore popular forman ya parte de la cultura tradicional ancashina, siguiendo el rumbo de estas “hojas de ruta” han llegado a ser parte de un significativo contenido: espiritual y social, tal como clasifica Bronislaw Malinowsky a cualquier material (o patrimonio tradicional) de natural oralidad : ideas espirituales y objetos sociales, para llegar al nivel aceptable de “resguardar” la autenticidad de lo tradicional: el discurso etnológico y el espacio antropológico. El conocimiento, -asume Claude Lévi-Strauss en “Tristes trópicos”-, no se apoya sobre la renuncia o sobre el trueque, sino que consiste en una selección de los aspectos verdaderos, es decir, los elementos materiales que coinciden con las propiedades del pensamiento. La literatura como objeto social se vuelve asunto espiritual.

Por lo tanto, iremos tras la acción del pensamiento social y la evolución -intelectual y literaria- de Celso V. Torres, que el editor Prince ha exaltado con énfasis en aquella edición de 1903: “Cada nota es un agudo puñal que atraviesa de parte a parte al corazón: cuya apoyatura lastima el alma, y no hay fiera que a la melodía de tan penetrantes acentos no se echara a los pies de quien lo produce”. Se refiere al éxito del texto sobre lector y/u oyente, si el atributo poético fuera o viniera (como yo creo) de la tradición oral. Es una “obra” que aporta mucho del saber tradicional de las clases populares, abre así una propuesta diversa en la perspectiva etnológica y en lo antropológico.

 No obstante, “Nueva Colección de Yaravíes y Huaynos Peruanos” expresan el mundo sentimental y nostálgico del esplendor de la vida provinciana y rural, del amor al terruño: “son versos festivos para ser acompañados con la guitarra andina, para la serenata a la luz de la luna, invadiendo el silencio de la noche, al borde de una ventana de casona antigua”. Es difícil precisar el límite real de estas “recopilaciones” y/o “creaciones” para trovadores andinos, o “canciones”, que algunos llaman “serranitas” [así son señalados dos temas de tónica andina grabados por Heinrich Brünning en Etén, Lambayeque, 1909]. Aunque parece que la “oralidad” y la “musicalidad” de estos versos aparentemente “chuscos” y rústicos, se mantienen todavía vivos en el imaginario popular; tienen mucho prestigio estos versos, que han quedado como parte de cierta sabiduría popular, se mantienen vivos como parte del “romancero oral” de esta poesía popular y regional, impulsada desde el “feeling” social que trasmite, desde la rudimentaria vivencia humana: la experiencia de lo personal y la ciencia de lo colectivo.

Celso V. Torres, escritor y periodista nacido en Caraz-Ancash.

Por lo tanto, quedó expuesta toda esta “poética” de Celso V. Torres para el estudio posterior, que hoy demanda aún desde la perspectiva del “folklore” (como conocimiento tradicional de las cosas y el ser humano). Se muestra allí lo “cultivado” o civilizado, y lo que existe naturalmente del ser “espontáneo” o silvestre.
 
Y, aunque, Ricardo Palma lo desalentó a dejar la poesía, considerando sus poemas como “malitos”. Creo que, era más por la reminiscencia “prosaica” que tenía Palma acerca del “tradicionalista” que habitaba en Celso V. Torres, por esa tendencia hacia una narrativa naturista, por ser dueño de una prosa fina y post-romántica (algo bequeriana, por el lado de sus “leyendas”, pero sin los excesos churriguerescos de Palma), y que se adelantaba ya, hacia la nueva tendencia modernista (superando así el “dulzón” extremo del romanticismo provinciano que empezaba a adormitar los cenáculos de intelectuales y escritores de esa época, y que imperaba “de mode”). La obra de Celso V. Torres llena de nuevas vivencias directas, reafirma los aires naturales de lo que sería más tarde el indigenismo. Allí, duermen, en esta obra “folklórica” de Celso V. Torres: tristes, valses, yaravíes, huaynos y marineras. Se puede reconocer en muchas de sus estrofas valiosas canciones que conservan la “matriz” andina, del lamento, del júbilo amoroso, y del acervo popular.


C. Augusto Alba Herrera y Armando Arteaga en Huari.


 Los “botones” de lo etnológico de la muestra antológica de esta obra mal llamada “chabacana” se dan -por ejemplo- en “El Matrimonio” (huayno testimonial y sentimental), en ”Cae el Árbol” y “En los jardines” (huayno de las cosas naturales), en “Expatriado” (huayno de la expresión y la meditación telúrica), en “Kesampis” (huayno del sincretismo lingüístico) y en “Despedida” (posible chuscada donde el trovador popular exalta su ausencia). Lo mismo, puede leerse el testimonio antropológico de lo campesino, en marineras como “La Yanachaquina”, en “La Ronda”, en “La Guardia”, en “La Serenata”, en “La Arequipeña” y en “Resignación”. La melancólica nota musical de yaravíes como en “Adiós”, en “Sufrir y Penar”, en “Lamentos”, o en “El Lucero”. Y otras “propuestas” de carácter vanguardista como en “La apacible tortolilla” y en “La soledad”, y en otras instancias de la respectiva “poética” de Celso V. Torres.

Veamos este “Pie Forzado” que tituló: “El Pañuelo”, ubicándose muy cerca de las “tonadas” sublimes de Abelardo Gamarra “El Tunante” con un sabor muy norteño, así como ciertas reminiscencias por el esplendor del pasado, tal como en las recopilaciones de “canciones andinas” en las “Azucenas Quechuas” de Adolfo Vienrich:

Pañuelo blanco me diste,
Pañuelo para llorar;
¿de qué me sirven pañuelos
Si tu amor no ha de durar?

Con las armas del engaño
tu triunfaste y me venciste
y por mi último sudario
pañuelo blanco me diste.

Cuando vayas a mi tumba
con tus llantos a regar,
veamos como ha de faltarte
pañuelo para llorar

¡De qué me sirve la vida
si he perdido mis consuelos?
y si lágrimas me faltan
¿de qué me sirven pañuelos?

De tu leve corazón
nada tengo que esperar,
ni quiero dure mi vida
si tu amor no ha de durar.

¡Ay zamba, ay negra!,
Tú me has de quitar la vida
llorando.

Celso V. Torres aportó -también- al género de la “tradición” literaria (¿historia tradicional de los pueblos?), donde destacó con mucho acierto literario, para sucumbir vanamente disperso en el trajín periodístico, y aún sin vanagloriar después el excelente valor artístico y literario de sus escritos. El olvido literario involucró parte de su logrado prestigio de escritor al lado de Palma, dejando sus huellas literarias en el archivo polvoriento del periódico “Prensa de Huaylas”, en casi nada.



Libro donde se ha recopilado parte de la obra de Celso V. Torres realizado por C. Augusto Alba Herrera.

Aparece –entonces- aquí, como un escritor marginado dentro de la literatura peruana, con algún reconocimiento dentro de la literatura regional de Ancash: César A. Ángeles Caballero, Víctor M. Phillips, Justo Fernández, Manuel S. Reina Loli y Mauro G. Mendoza, entre otros han contribuido a su reivindicación literaria. Su obra literaria fue poco estudiada, permanece un buen tiempo dispersa y escondida en periódicos locales de la época, en “Prensa de Huaylas” sobre todo, donde publica desde 1903 hasta 1910; de donde -en parte- se ha rescatado lo más valioso de su obra literaria, por esta aproximación realizada por C. Augusto Alba Herrera en su libro “Celso V. Torres, Amigo de Palma en Caraz” (Lima, 1991).

En realidad, flaco favor le han hecho a Celso V. Torres al sublimar con exageración su relación amical con Ricardo Palma. Lo cierto es que Ricardo Palma copió algunos “aportes” y “datos” de Celso V. Torres para algunas de sus famosas “Tradiciones Peruanas”, y con Torres mantuvieron siempre una cordial relación epistolar, y de “mnemotécnica literaria”, que ayudó a florecer y robustecer varias “tradiciones”. Esta relación, también “heurística” benefició a ambos, la correspondencia iba casi siempre de Caraz a Lima, y hay versiones que entrelazan el humor y la perficiente erótica vulgar de las “Tradiciones en Salsa Verde”, ambos se tomaban el pelo como escritores “vejetes” para abordar temas del “hueveo” juvenil sexual y literario; temas que por cierto nunca tienen edad ni censura, salvo las que le han impuesto los hipócritas y cucufatos.

Encuentro similitud de “estilos” entre la tradición “Ortografía” (1903) de Celso V. Torres y “Tajo o Tejo” de Ricardo Palma, donde los acentos, los puntos y comas, los signos de admiración e interrogación, van poniendo los preludios, las figuras de duración de los sonidos y los silencios, deforman las imágenes, el ritmo de las estrofas, los matices e intensidades de las silabas, que van armonizando cada nuevo significado, que van alterando, según cambia la acentuación o se liberan de las reglas gramaticales los significados, produciendo hilaridad, donde las hipérboles literarias descomponen el sentido lógico de las estrofas iniciales, desembarcando risas por el sin sentido de las cosas.

Pienso que Celso V. Torres no le debe nada a Ricardo Palma, ni Palma le debe nada a Torres. Coincidieron en las “tradiciones” de Palma donde aparece Ancash, por los “datos” que aportó Torres en las siguientes: “La vieja de Bolívar”, “Las Tres Etcéteras del Libertador”, “Coronguinas”, “El Santo Varón”, y “Quién Toca el Arpa”.

La “tradición” literaria, por lo demás, fue un género muy desarrollado desde siempre, y se ha mantenido -aún- tardíamente con prestigio. Y -ha sido- desarrollado este género por autores como: Clorinda Matto de Turner en “Tradiciones Cuzqueñas”, Mariano H. Cateriano en “Tradiciones de Arequipa”, Aurelio Arnao en “Cronicones novelados”, y Carlos Camino Calderón en “Tradiciones de Trujillo), entre otros.

Celso V. Torres no llegó a publicar sus “textos” como “tradiciones”, tal como los ha presentado C. Augusto Alba Herrera. Y, de esta estirpe de “tradiciones”, sobresalen por su valor literario: “Ortografía”, “Finanzas de Uñiperio”, “El puente del asno”, “El tiro por la culata”, “Los números mienten”, “La lengua de Cervantes”, “Barrio de Arequipa”, “Los pregones de Lima”, “Los pericotes”, “Huaylas” (un asunto de filología).

La heterogeneidad literaria de Celso V. Torres está expresada en cierto descaro para asumir los rigores de la vida moderna, en su “estilo” literario, que es muy desprendido de llevar adornos (como ostentan otros escritores tradicionalistas de su época); al contrario, él es un escritor muy conceptual, directo y realista, pero con mucha imaginación. Fue un hombre de una amplia cultura, cosmopolita, y mundana, además de un gran observador del el detalle “confabulado” de lo popular. Nunca hizo ninguna concesión a lo chabacano, es el primer escritor ancashino que asume el positivismo como tendencia filosófica en sus escritos, incorpora la lógica de la aritmética con las paradojas de la contabilidad, así como buscó siempre el conciliábulo de lo académico con la rehabilitación de la anécdota popular. Reivindicó los aciertos de la crítica austera y picara limeña mezclándola con el regaño áspero y sutil de su provincianismo, para detallar aciertos y desaciertos de sus paisanos frente al transcurrir de los sucesos la vida entre los hombres. Usó el arte narrativo del contar historias suntuosamente elegantes para mejorar el lenguaje del pueblo, para purificarlo y dotarlo de un humor sencillo.

Huari participó masivamente en el evento.
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Ponencia presentada al XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash- AEPA. , 15-16 Y 17 de Mayo del 2009 en Huari-Ancash.

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