miércoles, 4 de marzo de 2009

SCIENCE FICTION (SF): EL FUTURO YA PASÓ/ ARMANDO ARTEAGA

SCIENCE FICTION (SF)*: EL FUTURO YA PASÓ

Por Armando Arteaga

Primer número de la revista Minotauro, Argentina.

La ciencia de ficción no tiene nada. Al contrario, del realismo, su objetividad para enfrentar la fenomenología de las cosas, es esforzadamente palpable. Pero, los escritores han inventado un género narrativo de Fantasy and Science Fiction, llamado en nuestro medio SF*: ciencia-ficción, que desde las últimas tres décadas del siglo XX a venido a contribuir con todo el “futuro” y sobre el prestigio de la ciencia (una de las formas más modernas del conocimiento humano y de gran complejidad). La SF* se apoya en los excelentes resultados de los nuevos aportes de las matemáticas, la física, la química, la biología, y la cibernética, para expresar sus propios puntos de vista en torno al inminente destino y futuro de la humanidad.

La SF*, libre de los grilletes del realismo social (esa manera tradicional de enfocar la novela y el cuento contemporáneo) tiene otros limites y fronteras. Este nuevo género literario llamado SF*, a desarrollado un nuevo espacio cultural para nuevas experimentaciones narrativas, llenas de un juego de imaginación futurista e invención renovada, con una enorme fuerza de recreación para las nuevas ideas científicas. Se me ocurre, por el momento, algunos nombres para celebrar este nuevo escenario de este diverso y deslumbrante mercado del arte y la literatura: Isaac Asimov, Alfred Bester, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Zenna Henderson, Richard Matheson, y el poeta Archibald Macleish (con su “Epístola para ser dejada en la tierra”).

Diseño y Maqueta del filme Blade Runner.
El cine ha tenido también “invasiones” sinceras, por efecto de estas ficciones futuristas como “2001, Odisea del Espacio” de Stanley Kubrick y “Blade Ranner” de Ridley Scott. Desde los inicios, de Georges Mélies con su fantástico “Viaje a la Luna”, y el atractivo de los efectos especiales, que suscitaron películas del cine mudo como “El Gabinete del Dr. Caligari” y “Metrópolis” donde la revolución del “futuro” entró en escena.. Cuando Carl Dreyer argumentó –a finales de la era del cine mudo- que el más próximo pariente del cinema era la arquitectura, no estaba lejos de avizorar nuevas claves para el entendimiento del cine como el arte más importante en la etapa industrial que vivimos.

“Blade Runner”, la tercera película de Ridley Scott, que por las características vanguardistas es un filme de ciencia-ficción, y por su aproximación a lo misterioso es también lo que podría llamarse “cine de especulación científica y filosófica”: Nos acerca vertiginosamente a la sentencia del maestro sueco Dreyer, en la búsqueda de “ese mundo de la imaginación”. En “Blade Runner”, la arquitectura juega un papel protagónico principal. La cámara se remonta y se proyecta, por espacios reales e inverosímiles, y la imagen se escurre por la pantalla, dejándonos anonadados dentro de las calles de una megapolis futurista que nos presagia una especie de proyecto urbano fabricado para el 2019. El filme transcurre dentro de esta inmensa ciudad futurista. La Corporación Tyrell es la fábrica más avanzada en ingeniería genética y entre sus objetos fabricados “replicantes” a lanzado el modelo Nexus 6, que es la copia más perfecta de replica de un ser humano. En la cima de una torre principal de 700 pisos se bifurca el espacio y el futuro

En nuestro medio latinoamericano a partir de la década del setenta fue muy celebrado el libro “Cosmos” de Carl Sagan que ayudó difundir el nuevo periodismo científico y a prosperar este genero literario en torno a la SF. También, es valido el aporte de la revista “Minotauro”, cuyo primer número se realizó en setiembre-octubre de 1964 en Buenos Aires. En “Minotauro” publican por primera vez en castellano: Anthony Boucher, Fritz Leiber, Kit Reed, Poul Anderson, J.G. Ballard, Damon Knight, Robert Sheckley, Robert A. Heinlein, Algis Bufrys, Michael Shaara, Carol Emshwiller, Robert F. Young, Charles Beaumont, James White, John Anthony West, Robert Aberbathy, Richard McKenna, Jane Beauclerk, A.E. van Vogt, Mack Reynolds, Theodore Sturgeon, Fritz Leiber, Bill Brown, Terry Carr, y Robert J. Tilley. Todas estas ediciones de “Minotauro” bajo la dirección acertada de Ricardo Gosseyn. Casi todos estos escritores lograron la aceptación del publico facultativo de este genero SF. Todos ellos, se han mantenido vigentes a través de sus respectivas obras literarias.

El genero SF es muy antiguo para la literatura, está en parte en la “Odisea” de Homero, este viaje en donde aparecen cíclopes, hechiceros y algunos monstruos que están en el registro de personajes de la SF. Así, la SF, sería una rama de la literatura que se ocupa de desarrollar aspectos de lo imaginativo irreal (aparentemente), de lo inverosímil con cierto sustento científico, aceptando lo verídico y su comprobación –fácil- en el futuro. Con cierta veta realista que trata de reflejar el universo tal como es. Esta apertura hacía lo seudo-científico, abrió las puertas –es cierto. para un periodismo técnico y metodológico que más tarde llegó para vulgarizar: lo científico, luego de la muerte de Franco en España, con la revista “Sabía Ud. Que”, por ejemplo, entusiasmando a nuevos lectores ávidos para la comunicación de nuevas invenciones literarias, que han venido lectores (desde las ramas de la ingeniería, las ciencias físicas y matemáticas aplicadas, la arquitectura, la biología y la química), preocupados en el presente y el futuro inmediato. Algunas insistieron en buscar la cuadratura del círculo.

La Editorial Bruguera, publicó en esta apertura –masivamente-, las “antologías” de los relatos más importantes en los géneros de anticipación y fantasía científica de la revista norteamericana “The Magazine of Fantasy and Science Fiction”, considerada la más importante de todas. Los lectores españoles se fueron familiarizando con obras de Philip K. Dick, Norman Kagan, Ron Goulart, Dean H. Koontz, David R. Bunch, Gahan Wilson, y Robert Taylor, entre otros. Las presentaciones de Carlo Frabetti no dejaban de ser deslumbrantes cuando escribió: “lo asombroso, lo increíble, lo demencial y lo alucinante, se encuentran a nuestro alrededor, en todas partes...Bastaría con que los periódicos contaran la verdad para que, a su lado, las más delirantes fantasías del escritor más imaginativo parecieran triviales. A este paso, lo que habrá que situar en el futuro, para darle visos de verosimilitud, será lo que hasta ahora se ha llamado novela realista”.

El relato “Somnium” de Johannes Kepler publicado póstumamente en 1634 descubre a su protagonista en un imaginativo paisaje lunar. No es una obra de pura fantasía, Kepler le otorga a la luna: el día de dos semanas y la noche también de dos semanas, acontecimiento astronómicamente aceptado. Es la primera observación verídica y aceptada, de otro modo hubiese sido solo fantasía. Todo esto es debido a una obsecuencia ocular e inteligente percepción científica de Kepler. La SF* ayudó a divulgar con mayor énfasis obras como “Viaje a la Luna” o “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne hasta “La guerra de los mundos” de H.G. Wells. Se despertó el interés por las obras y los escritos de matemáticos y físicos como Euler, Galileo, Newton, Ostrográdski y Chaplíguin.

The Magazine Asimov, una de las màs grandes revista de SF*.
La ciencia se basa en la observación, la experimentación y en la propuesta de las hipótesis, de las leyes validas y reales para todos. La hazaña de esta invectiva a sido sublimada por la SF*. Isaac Asimov a determinado algunas características al género de la SF: “La auténtica ciencia-ficción trata de la ciencia humana como del constante avance del conocimiento y la constante habilidad de los seres humanos para conseguir comprender mejor las normas del universo e incluso alterar algunas partes de él, mediante su ingenio, para su propio confort y seguridad”. Aunque empieza a aparecer cierto aterrorizamiento por el peligro de esta manipulación humana a las normas de la naturaleza. Es algo que recién comienza a mortificarnos. Y de ser así, la ciencia-ficción se convierte entonces en un fenómeno enteramente moderno, y no puede reclamar la representatividad de una avanzada edad. Este fenómeno es reciente, parte de esta modernidad existente. Y no deja de tener razón Asimov: la SF* es una expresión consciente, especulativa, pero a la vez científica. Asimov Magazine de Planeta-De Agostini publicó las mejores obras breves de SF entre otras traducciones de los originales en inglés de Alan Dean Foster, Jayge Carr, Jonathan Milos, Martín Gardner, Sharon Webb, Stephen Tall y Frederik Pohl, entre otros narradores del porvenir.

La última pregunta de Asimov.

La Antología “Lo mejor de la Ciencia Ficción del siglo XIX” (Tomos I y II) de la Editorial Hyspamerica, recopilada por Isaac Asimov, que sabe mucho de ciencia-ficción, es bastante referencial y muy buena, para empezar con base en el viaje por la SF*. Asimov –aparte de sus dos introducciones necesarias y suficientes- incluye los siguientes textos:

Tomo I:

-El hombre de la arena, por E.T.A. Hoffmann
-El mortal inmortal, por Mary Wollstonecraft Shelley
- Descenso al interior del Maelstrom, por Edgar Allan Poe
-La hija de Rappaccini, por Nathaniel Hawthorne
-El reloj que marchaba hacia atrás, por Edward Page Mitchell
-En el sol, por Robert Milne
-Una historia de gravedad negativa, por Frank R. Stockton

Tomo II:

-El Horta, por Guy de Maupassant
-Los Xipehuz, por J.H.Rocín Aine
-El posible camino, por Edward Bellamy
-El gran experimento Keinplatz, por Sir Arthur Conan Doyle
-En el abismo, por H.G. Wells
-La catástrofe del valle del Támesis, por Grant Allen
-El saurio, por C. J. Cutcliffe Hyne
-Un millar de muertos, por Jack London.

Si bien, Julio Verne, por su reconocimiento fue el más grande escritor de ciencia-ficción del siglo XIX, no fue el único, y muchos no saben que es Mary Shelley, en 1818, con su obra “Frankenstein” que se adelantó en el tratamiento de la fealdad “terrorífica” y del pánico, superando incluso la desencarnada realidad de lo abominable en el relato más aplaudido de la literatura fantástica, como fue “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson.

Gran Antología de Ciencia Ficción.
No se puede desterrar de la mente -ha dicho M. Vasilíev- el pensamiento en el futuro. Para entender mejor la SF* no olvidemos el libro “Reportaje desde el siglo XXI” de M. Vasilíev y S. Gúschev donde los científicos soviéticos pronostican el futuro, en pleno cierre de las últimas páginas del libro de la Guerra Fría. El futuro siempre ha vivido en la imaginación de los hombres. Planificar, ver el futuro, es una de las demandas más serias y naturales de los individuos. La idea de ir hacia el futuro es siempre fascinante. Pero el futuro sin el pasado es como ver el final de un filme sin haber visto el comienzo.

La historia puede ayudarnos a explicar mejor esto. Tomás Moro en “Utopía” empezó a preocuparse por esta idea del “futuro” como una “utopía”. Tommaso Campanella en “La ciudad del sol” del socialismo ingenuo donde la gente vive en la felicidad y la abundancia, y al proponer el diseño de una ciudad perfecta, estaba metido también en la obsesión por el futuro, como lo estuvieron las ideas de Robert Owen, Charles Fourier y Saint Simón. No hay fantasía hacia el futuro sin el aporte de las utopías.

Otra buena Antologia de Ciencia Ficción que recomendamos.
El primero que vislumbró el futuro de la ciencia, para mi pasadista entender, fue en el siglo XVII, Francis Bacon con su “Nova Atlantis” que desde 1626 nos facilitó el camino hacia el futuro. “Nova Atlantis” era una isla, emergida desde el fondo del mar, es el país de la ciencia: allí, ya Bacon, habló de “los fitoncidios, sustancias fragantes y volátiles que se dan en las plantes coníferas y en las flores del cerezo silvestre”. La ciencia desde Bacón a sido una fuerza productiva directa, un instrumento de transformación, para mejorar la vida.

En el Perú son muy pocos los escritores que han trabajado o trabajan en este género de SF*, a duras penas unas timidas referencias de cierta aproximación a la ciencia y la ficción en José B. Adolph, en su respetable libro “Cuentos del relojero abominable” donde trabajó el tema del tiempo. Por lo demás, es muy respetable su aporte, y se nota tal vez su falta de visión científica para abordar con mayores premuras y honduras este tema de la SF*. Y, en el ensayo de recreación periodística-científica: los trabajos amenos de Thomas Unger, sus "Ventana a la Ciencia", y también el recordado Oscar Miro Quesada, el popular “Racso”, uno de los pioneros en la divulgación de ideas y libros científicos. Recordemos algunas de sus obras como: “La relatividad y los quanta”, “El número y la realidad”, “Los misterios de la astronomía”, y “La bomba atómica”, que ayudaron a despertar el interés por lo científico en nuestro medio.

Un libro "clásico" español imprescindible de Ciencia Ficción.
SF*: ciencia-ficción.

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