viernes, 6 de febrero de 2009

RECORDANDO A JAMES AGEE/ Por Armando Arteaga

CINE
El poeta Agee
Lo que más admiro del periodismo norteamericano es la in­ventiva escritura de James Agee: poeta, periodista, novelista y guio­nista de cine. Su novela póstuma “Death in the Family” (Muerte en la Familia), obtuvo el Premio Pulitzer en 1958. Creo que la admiración que muchos sentimos por Agee, es por la objetividad y la extrema libertad que le puso a su pluma de periodista. Sobre la crítica ci­nematográfica de Agee, el poeta WH. Auden dijo que constituyó "el más nota­ble acontecimiento sucedido en la pren­sa norteamericana" en la década de 1940.
Lo descubrimos a Agee -por primera vez- en la Antología de la Poesía Nor­teamericana de Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho, y en aquel libro apa­rece su célebre Domingo: alrededor de Knoxville, Tenn, y del cual el mexicano José Emilio Pacheco ha realizado su ma­gistral "Imitación a James Agee", y que en nuestro medio fue publicado por la revista Amaru.
Agee destacó también como guionis­ta en “The African Queen” (La Reina Afri­cana) dirigida por John Huston, y “Night of the Hunter” (La Noche del Cazador) dirigida por Charles Lughton.

Los escritos de carácter cinemato­gráfico de Agee, sólo tienen precedente, en el caso de la crítica anglosajona, con los escritos de Elia Kazan, Penélope Houston, la tremendista Pauline Kael, y Stanley Kauffman.
 
“La Época de Oro de la Comedia de James Agee” (1), nos recuerda aquellos excelentes escritos sobre el tema del cine, como aquel de Carlos Fuentes sobre “Buñúel”, o el “Ojo del Cinema” de Raymand Durgnat. Agee describe el período mudo de la comedia, desde los cortos de Mack Sennett hasta las obras maestras de Chaplin, como la trayectoria de un deterioro. Los felices espectadores que recuerdan la mejor época de las comedias del cine mudo, junto con las carcajadas y trapa­tiestas que las acompañaban, cuentan con algo así como normas para apreciar la decadencia. 
Desfilan así por entre las líneas de Agee. El inolvidable Bien Turpin con sus clisés finos de la infancia del lenguaje cómico del cine mudo. Las bellas bañis­tas de Sennett y sus parodias o secuen­cias entrelazadas con los pastelazos en la cara que inventó para el cine Mack Sennett con sus actores de los teatros de burlesque. Los trucos fotográficos y los gags de Laurel y Hardy. Chaplin comiéndose un zapato cocido como si fuese una trucha de río en “Gold Rush”, y de quien dice Agee que es el cómico que trabajó con mayor comprensión y agude­za dentro del marco de lo que es el hombre y de todo aquello a lo que tiene que enfrentarse. Las gafas de Harold Lloyd y su imperturbable y triste rostro como la de un daguerrotipo, en Al Fin Seguro, cuando Lloyd es empujado al extremo de una asta de bandera por un perro furioso, el asta se rompe, Lloyd cae, pero logra asirse del minutero de un enor­me reloj, con su peso la manecilla des­ciende del IX al VI, la carátula de! reloj se afloja y, Lloyd queda colgado de la cuerda a gran altura de la calle, desde lo alto de un edificio. Y también, Harry Longdon como un dibujo de kindergarten. Y Buster Keaton con su gran cara de palo, que parecía un toxicómano -apunta Agee- y sus "chistes mecanizados" ayudado por el uso de aparatos electró­nicos y motorizados. El “tiempo de oro“ de la comedía, y que Agee llamó, un disciplinado desenfreno.
 
(1) Agee on Film/ Editado por Grusset & Dunlap.
 
*Publicado en el diario Expreso, 22/05/1982.

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