lunes, 23 de febrero de 2009

HUMOR E IRONIA EN LA POESÍA DE AUGUSTO FEIJÓ SÁNCHEZ/ ARMANDO ARTEAGA

LA LITERATURA PIURANA
HUMOR E IRONIA EN LA POESIA DE AUGUSTO FEIJÓ SÁNCHEZ
Por Armando Arteaga
Foto: Marcela Cornejo.

Después de la crisis espiritual que produjo en Europa la Primera Guerra Mundial, el vanguardismo aparece como la respuesta más coherente de los artistas y escritores contestatarios, significó el cuestionamiento a las instituciones sociales vigentes, y a la compostura de la vida misma a través del arte y la literatura; así como un cambio o una revolución en las diversas manifestaciones culturales.

En el Perú, el movimiento vanguardista empieza en la década de 1920 a 1930, y hasta nuestros días tiene adeptos y seguidores. El vanguardismo, entre nosotros, expresa la realización de diversas tendencias literarias, donde cada uno tiene sus propias definiciones, expresiones y “manifiestos”.


No extraña por eso, que, Julio Ramón Ribeyro en sus “Dichos de Luder”, pequeñísimas piezas literarias, casi joyas, de gran sabiduría, también, entre otros, un francotirador, enfiló sus dardos para con la vanguardia y los vanguardistas:


“-¿Qué opinas de la vanguardia?- le preguntan a Luder.
-¿La vanguardia?. No tengo nada que ver con el arte de la guerra.”


Con mucha ironía, y sentido del humor, insiste en la crítica a esta actitud de protesta y denuncia social a través de la literatura. Ribeyro es un escéptico, un escritor que detestaba los “manifiestos”, pero mira con mucha inteligencia el posible y el desabrido futuro “iconoclasta” de los vanguardistas:


“-Nada, absolutamente nada compensa el sacrificio de la vida de un adolescente- dice Luder-. Por eso aborrezco a esos profetas endemoniados que conducen a toda una generación de jóvenes al martirio: Para ellos, sólo para ellos, habría que rescatar los castigos crueles que inventaron los antiguos: ahorcarlos con sus propias barbas y entregar sus restos a la voracidad de los cuervos.”


Ironía, en Ribeyro, que Mario Vargas Llosa a destacado en un artículo periodístico de antología: “Un champancito, hermanito”, sobre la intromisión de lo huachafo en nuestra cultura peruana. Allí, Mario Vargas Llosa, expresa, que Ribeyro nunca hizo ninguna concesión a “lo huachafo” en sus cuentos, caso raro, que en el dosel cabalgado de un escritor peruano, esta actitud, lo llevó casi a la “extravagancia”.
 
Pero, otra “extravagancia” en la literatura peruana y piurana, son los “Versos del P. Lau” de Augusto Feijó Sánchez, raro y temido escritor de la década del 50.
Piura tiene un abundante conglomerado de escritores que en sus obras expresan un compromiso con el humor y la ironía de la vida. Escritores que van de la talla universal e internacional como Luís Felipe Angell “Sofocleto” hasta costumbristas y localistas, nunca indispensables, algunos escritores menores, de poca cuantía, que han desarrollado esta alternativa literaria del humor y la ironía, que pertenecen a este genero abundante y exagerado de la picardía piurana, que los transforma en cuasi “huachafos”.


Estos “costumbristas locales”, no que han “traído de los cabellos” la presencia de lo “huachafo” y/o han exaltado las formas más sutiles y barrocas de la “huachafería piurana” en nuestra literatura regional, sino que, es algo muy inerte en el ser -tan singular- del hombre piurano, y que merece –tal idiosincrasia- ser tomada en cuenta. Desde aquella famosa aseveración de “lo huachafo”, debida al lingüista y humorista Juan de Arona, quien fue el primero que tipificó este “leid-motiv” en los costumbristas, como un típico fenómeno cultural y una “manera de ser” en la vida nacional, muy impregnada en el alma y en “el laberinto de la soledad” del cholo peruano y piurano, como una “expresión nativa” de nuestra literatura: la choledad, y en sus diversos matices regionales, como también ha sido la influencia y la tendencia del tema del “bandolerismo” en el devenir histórico, y en el otro “dimensionamiento” cultural del costumbrismo: esa “exagerada” manera de ver las cosas con mucho sentimiento de “humor e ironía” en Piura. Los escritores de la “picaresca piurana” nunca han tenido ningún temor en ser entendidos como tales, al contrario, se han multiplicado como moscas y cucarachas en la miel del lenguaje satírico.


La sátira viene desde tiempo atrás, el aire zumbón y socarrón de Palma, y la corrosiva crítica social desde Segura, Pardo, Yerovi, hasta Adán Felipe Mejía “El Corregidor”, tienen un gran sentido del humor ante los vicios y virtudes de la vida nacional, y del “horror al ridículo”. Por eso están, en sus escritos, todo el día, como el piurano Augusto Feijó Sánchez, mirándose en el espejo de lo social, para reírse de lo ridículo que se ve la vida normal de los hombres, la pedantería de los individuos. Ni sencillos, ni grandilocuentes, son inútiles todos los gestos “chaplinescos” de los hombres más destacados y de los individuos de todas las clases: la aspiración por la búsqueda de lo perfecto y la seriedad en esta búsqueda como destino existencial y filosófico del hombre, es siempre igual, hacer el ridículo.


Feijó Sánchez, es un poeta al que por falta de instrumentos para analizar sus “Versos del P. Lau” uno puede dejar de tener en cuenta; por momentos, parece un costumbrista pequeño, pero no. Su obra produce un gran estremecimiento, en el sinsentido y en la sintaxis de las cosas, maneja con mucha maestría el idioma, incorpora nuevos giros del habla popular, y tiene una enorme profundidad filosófica, cierta sabiduría –de moral universal- que poseen los hombres sencillos. Nos mete a todos en la canasta de su desprecio: campesinos, pescadores, vecinos, profesionales, burócratas, políticos, todos están llenos de defectos como tales, mortales e inmorales, nadie se salva del “hazme reír” de su propia visión desde donde es posible entender la propia “ironía” del hombre piurano. Su libro “Humorismo Piurano” (1959) desborda el entusiasmo del humor en ese poema “Las hembras” donde tal parece empezar un derroche de lo arrechante piurano, pero no: describe con fina ironía el desborde inocente del vulgar piurano de confundir y comparar el femenino de libros,  por “libras”.




Para muestra, de los queestamos diciendo, nos basta el botón de su “Poema vanguardista” donde se aprecia la más dura crítica a cierto intelectualismo barato que asumen algunos poetas:


Me place en todo lo que escribo
emplear el lenguaje más sencillo.


No me cuadra el modernismo literario,
Más no importa tentar, darme la pista,
-con ayuda de mi viejo diccionario-
de espetarles a mis dóciles lectores
un poema de corte vanguardista:


¡Oh! Ecléctico bípedo sapiente,
en millones de trillones
de milenios,
con Minerva, de auriga, descubriste
al fin... los electrones.


¿Hasta donde se atreve tu jactancia?
Megalómano: ¡detente! Suceda de repente,
Lo mismo que a Luzbel,
Y con toda tu infusa
No llegues ni a la “j”;
Pues Mefisto con tu atómica y tu “H”,
Fulmine ésta mísera Pelota.


¡Oh! Peripatético mamífero pensante;
que con Sócrates abrevas
la cicuta almibarada de la ciencia.
“Solo sé que nada sé” (frase inmortal)
y en verdad, que al final,
¡Nequaquam!
No sabes nada...


Si tampoco, lector, entiendes nada
de éste mi poema vanguardista,
dí: que hay fondo filosófico en lo escrito
que es GENIAL lo de “Cicuta almibarada”,
y veras que los vates de avanzada
te juzgan y te llaman ERUDITO.


La crítica a la postura “vanguardista” es ácida y corroe desde los propios desplantes del “modernismo literario” que Augusto Feijó Sánchez rechazó y detestó. Es curiosa, esta posición, que lo hace como poeta más interesante. Prefiere, el ridículo del “hazme reír”, prefiere ser un “poeta libre”, a ser uno más del “vanguardismo”, y eso lo salva del “parnaso” mediocre de lo nuevo -venido a menos- después de la primera guerra mundial, desde su particular punto de vista.


El libro “Versos del P. Lau” es un cuadrivio: Anécdotas, Chistes, Satíricos, y Fábulas, son los pilares que conforman y soportan la gravedad del peso literario de su edificio pesado. De aparente simplicidad, sigue la senda “a la manera de escribir” de la “época preclásica o heroica” de la literatura griega, los poemas están configurados para ser recitados por aedas. Como en la Iliada y en la Odisea de Homero, el poeta nos revela, a su manera, el recorrido de lugares donde se realizan las acciones de sus poemas o de sus andanzas, con gran unidad armónica, revelándonos a un bardo de mucha fantasía, de gran conocimiento de la idiosincrasia del pueblo piurano y de gran manejo de sus “modismos” hablados.


La sátira es su mejor dardo. Sorprende el empleo de todas las formas comunes de expresión, de estilos, donde suceden las anécdotas y acontecimientos, de toda clase de problemas, desde los más ridículos hasta los más sobresalientes, donde pasa la existencia humana con sus vicios y virtudes, aciertos y desaciertos.
Creo que Augusto Feijó Sánchez se proponen en sus “Versos...” una actitud didáctica, donde se exhiben los grandes valores activos: éticos y morales, y donde se combaten también las flaquezas y vanidades humanas, por eso razón usa el chiste y la fábula.
Como en Hisiodo y Virgilio, el poema, en Feijó Sánchez, siempre tiene que proponer una enseñanza, es el punto de partida para otra visión de la vida. Sus mejores logros están en los epigramas que va sumando (verso a verso) para obtener el poema final e integrador, que casi siempre se traduce en esa inscripción lapidaria, o sepulcral, basada en los “sagrados” principios básicos de una nueva moral universal. Las innumerables fábulas de Feijó Sánchez son “libicas” o africanas, y de origen oriental, cuyos protagonistas son a duras penas “tristes fieras” de la fauna “piurana”; y las “carias”, parábolas de la acción humana y de contenido moral: con final de moraleja. Y, también, hay fábulas “sibaríticas” o “apotegmas”, de refinado gusto y muy severas para los críticos; más cerca de Fedro que de Esopo, usando la contraposición dual y el contraste, la tesis y la antítesis, verbigracia “El burro sabiondo”:


Un colegial descuidado
sus libros dejó en el prado.
Un Burro acertó a pasar
junto a los libros de texto,
y al instante pensó esto:
-¿Para qué tanto estudiar?
Estos cuadernos me trago
y así me convierto en sabio.-
Los papeles masticó,
y ante su gremio admirado,
orgulloso se anunció
cual asno docto, ilustrado.
Los caballos y juramentos,
las lecciones del sabiondo
esperaban muy atentos,
y, de súbito, orondo.
En vez de normal discurso,
Hace la mar de aspavientos.
Y en el crítico momento
Lanza un sófero rebuzno.
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Como el burrito del cuento
conocemos mentecatos
porque prosan adefesios
se suponen literatos.


La sátira es la mejor arma del poeta, busca el castigo moral sobre sus adversarios que son causantes de sus desdichas, contra los que ofenden la patria, llorados en la elegía, surge por eso la sátira. Arquíloco de Paros es el primer poeta satírico griego, el precursor del “yambo”, verso rápido e incisivo, asaz para la burla despiadada, esa es su verdadera tradición literaria. La sátira, a Feijó Sánchez, le ocasionó múltiples problemas para con sus adversarios, pero el poeta -sede de mucha grandeza espiritual- perdona las calumnias y agravios de los otros, su único afán es mejorar la vida, hacerla más bella y feliz.


Hay un poema maravilloso que nos recuerda la vida muelle y alcohólica del poeta piurano Joaquín Ramos Ríos en “ El Pagano” que es de un recurso histórico e histriónico, casi un retablo de “naturaleza muerta” sobre la vida agitada de las familias provincianas, acomodadas y decadentistas, de la relación paternalista entre un padre rentista y comprensivo, y la de un hijo derrochador, gitano y provocador. Una escena muy característica de los años cincuenta, parte de la vida social y literaria de Piura:


Tras muchos años de ausencia
en París, Munich, Berlín
regresó a su querencia
el exótico Joaquín*


Su padre era un señorón,
hombre rico y respetable,
por lo tanto, quiso darle
al hijo una profesión.


Mas Joaquín hizo la cuenta:
¿Por qué estudiar tanto libro
si vivir puedo tranquilo
disfrutando de mi renta?


Mi padre aunque inteligente
tiene otro punto de vista,
y yo pienso diferente
por ser poeta y artista.


-Tú lector ya te imaginas
que lo que Joaquín gastaba
en jaranas y cantinas,
don Enrique lo pagaba.-


Un día el bohemio estaba
hasta el tope de aguardiente,
y el padre que al Club entraba
le sorprendió frente a frente,


Y con paternal acento
reprendióle así al momento:


¿Por qué tomas, hijo, tanto,
y los que es aún peor
el día de Viernes Santo,
día en que murió el Señor?


Sal ya del Centro Piurano,
y en lugar de estar tomando,
debías estar rezando
por ser, como eres, cristiano.


El bohemio sin sentido
de tanto y tanto beber,
a su padre hizo saber:
“Soy pagano, y convencido,
pues he leído a Voltaire”.


Y respondióle el anciano:
“Mañana ¡Válgame Dios!
con las cuentas en la mano
ya verás quien de los dos
resulta ser el Pagano”......
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*Joaquín Ramos Ríos


Pero hay también en “Fábulas” algo más doloroso y bochornoso, y a la vez risueño, que gráfica la relaciones peligrosas entre periodismo y literatura, entre injuria y opinión pública, entre represión y perjuicios sociales, de donde siempre, sale airoso el poeta con aquella fina ironía que lo caracterizó:


EL BAÑO DEL AGUILA*
Una tarde de Marzo, calurosa,
bajó un Aguila altiva, majestuosa.


a bañarse en “El Piura” alegremente
De un árbol de la orilla, la serpiente,


enroscada, con envidia miraba
que el Aguila tranquila se bañaba,


y buscando pretexto que no falta
cuando quiere morder, del árbol salta,


y en tono descortés así le increpa:
“Si no lo sabe usted, pues que lo sepa


que soy madre de tres criaturitas,
de tres pobres, sencillas culebritas,


ofende la moral, le hace daño
que la vean calata así en el baño;


¿por qué osa bañarse así, calata
vil reina de las aves, mentecata?


¿no teme que la mate ave inmortal
si escupo mi veneno que es mortal?”


El Aguila escuchaba fríamente
Mirando con desdén a la serpiente,


Contestóle, después, con ironía,
¡Permíteme serpiente que me ría!


Y te atreves, atroz, ruin animal,
invocar el valor y la moral?


Aléjate de mí, bicho traidor,
no tientes mi paciencia y mi valor.


Y cogiéndola fuerte con el pico,
Le metió un picotón en el hocico.


La serpiente soplaba (cosa rara)
Limpiándose la sangre de la cara,


y se fue maldiciendo de su suerte
y jurando venganza hasta la muerte.


Pasó el tiempo, y artera nuevamente
al Aguila atracó la ruin serpiente;


le preparó, rastrera, una celada,
y la tuvo diez días encerrada.


Pudo ella castigar esa lisura,
pero sólo bajando de su altura;


mas un ave de raza no se ensaña
en estar picoteando una alimaña,


remontándose luego a su peñasco,
pues no quiso vengarse.... le tuvo asco.
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En Piura, en Pekín y en Las Balcanes
entre humanos hay casos similares.


* Transcribimos a continuación la nota publicada en “El Tiempo” de Piura, N- 8723, en Abril 30 de 1939, explicatoria de la Fábula intitulada “El Baño del águila”.


Nuevamente es hoy conducido a Lima, para tal vez afrontar un proceso por el hecho que no debió pasar nunca de un simple incidente casero, nuestro excompañero de redacción de “Bajo el Sol de Piura”, el popular Augusto Feijó, más conocido con el seudónimo de “P.Lau”.


Anoche estuvimos a visitarle en su forzado alojamiento de la calle Lima (1), y,  en verdad no sorprendió encontrarle tan optimista, porque conocemos su inmenso carácter y su espíritu de conformidad frente al destino.- Durante los días que dura su injusta detención, el P. Lau no ha desperdiciado un ápice de su tiempo.- Ha devorado sesudos libros y ha escrito varios poemas, en su estilo jocoso y retozón.- Al azar, tomamos éste que reproducimos a continuación, no sin antes expresarle nuestra profunda simpatía, y decirle que toda la gente sensata y decente de Piura le acompaña en éstos momentos y espera su pronto retorno al terruño.


Gerardo Vargas O.
(Director de “El Tiempo”)


(1) La Comisaria.
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Feijó Sánchez, muestra con su poesía agresiva y ligera, una notable capacidad para obtener de la realidad cualquier tema para su postura poética, llena de ironía, en estos sus “Versos...”, objetos incisivos contra la estupidez humana, pero exaltando con gran sentido crítico siempre los “principios” universales de una nueva moral: nunca hacer el ridículo. Los “Versos del P.Lau” de Feijó, sus poemas, son grandes testimonios de una época (del 30 al 60) donde está siempre presente la parte vulnerable del ser humano. Quedan para nosotros, estos inolvidables poemas que nos han hecho sonreír, de veras. Nos conmueve esa parte invalorable de su poesía donde los demás seres humanos son convertidos en “bestias” amorales, como en aquella isla solitaria donde Circe convierte a los demás seres humanos en “cerdos”, réprobos de esta diosa. La poesía, puede convertir a los seres humanos, -por dicha bondad de su palabra sana, sino estamos a la altura de su verdad significativa-, en horribles alimañas de baja estofa moral, en donde el asco existencial es el remedio, acompañado, por supuesto, de la sonrisa que siempre deslumbra, con su brillo, en la búsqueda de la única verdad: la poesía del hombre puro y limpio de taras sociales: ese ser imperfecto, desdichado, que de solo mirarlo con sus males morales y mortales, nos produce risa.


En “Glosa”, en el pórtico del libro, Francisco Vegas Seminario se refiere con mucha admiración a la vena jocosa de Feijó:


“Como el de Juan del Valle Caviedes, el humorismo del “P.Lau” –Augusto Feijó Sánchez- es de cepa criolla. Pero sus versos no son urticantes como los del poeta de la Ribera: Dejan sólo la leve huella del aletazo.En sus breves poemas costumbristas, donde evoca escenas de su tierra –Catacaos- se revela un maestro.Hay sal y emoción en ellos. Sus indios, con su lenguaje plagado de arcaísmos, son de barro humano y palpitan bajo el sol de Piura”.


En “Mi Apreciación”, del dórico sentir en su columna de apertura, Manuel Francisco Madrid, expresa su jubilo espontaneo acerca del sencillo y elegante predominio de la destreza del uso del lenguaje de nuestro poeta satírico:

“Augusto Feijó Sánchez, con su libro, confirma su vocación como auténtico poeta festivo. Y tiene a su favor, no sólo la inspiración que campea en todas sus composiciones, sino cierta facilidad para la versificación, las que unidas a un agudo humorismo, hará indudablemente que este libro guste a todos los que tengan la oportunidad de leerlo. No versifica en la forma clasica, pero tampoco comulga con la vanguardista, y prueba de de ello es que en su llamado "Poema Vanguardista”, con espíritu inquieto y retozón, y con fina ironía se ríe de los afiliados a esta escuela. Tiene, pues, una propia versificación, no aprendida con la lectura de los grandes maestros, ni rebuscada en los anaqueles polvorientos de bibliotecas, sino como producto de su vocación. No le gustan las frases rebuscadas ni de postín, y en sus versos son raras las veces que rompe con la rima. Es un poeta humorista. De la escuela del destacado poeta Leonidas Yerovi”. 


Manuel Beltroy ha destacado con acierto -en la Presentación de "Humorismo Piurano"  (1959)-, el garbo fino de su poesía: "En sus versos, fáciles, populares y sencillos, regustamos el viejo sabor peruano y piurano del alma y del cuerpo de nuestra gente, la tradicional picardía costeña, la zumba y el "costeo" citadinos, la burla sana e inofensiva, la crítica sutil e inteligente, y tornamos a encontrar en ellos la permanente y tradicional característica de nuestra idiosincrasia mestiza y litoral, hecha de agilidad mental, cordial buen humor, curiosidad universal, simpático "dón de gentes", feliz patrimonio espiritual de nuestra peruanidad costeña".



“Chilindrinas” (1968),  es un libro más tardío de Feijó Sánchez, donde prosigue destellando humor piurano por dondequiera rebuscar lector serio.  Tiene un Prólogo de Raúl-Estuardo Cornejo, que es la más destacada semblanza humana de la imagen del escritor, su familia y su época. No creo exista mejor perfil literario de Feijó Sánchez que este Prólogo realizado por Raúl-Estuardo Cornejo.


Feijó Sánchez supo abrir primero el camino del humor y la ironía en la poesía piurana, ese camino que más tarde deslumbró y supo demostrar con mesura e impetuoso mensaje también festivo y universal, Luis Felipe Angel “Sofocleto”, cuyos textos son inubicables en contexto de nuestro panorama literario, en el tiempo y el espacio que les corresponde, como también ha sido difícil hallar el sitio que le corresponde en el proceso de la literatura peruana a Juan del Valle y Caviedes. Poetas, que con sus versos, nos han vuelto por el pedregoso camino del humor y la ironía

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BIBLIOGRAFIA:   
-Augusto Feijó Sánchez. “Versos del P. Lau”. Talleres de la Emp. Tip. Salas é Hijos S.A. Lima. 1956.
-Augusto Feijó Sánchez. "Humorismo Piurano".  Lima, 1959.
-Augusto Feijó Sánchez. "Chilindrinas". Piura, 1968.
-Arturo Montoya. “Historia General de la Literatura (Antigua I Moderna)”. Librería Francesa i Casa Editorial E. Rosay. Lima. 1922.
-Julio Ramón Ribeyro. “Dichos de Luder”. Jaime Campodonico Editor. Lima-Perú. 1992.

CALLEJÓN SIN SALIDA/ JORGE SALAZAR

LIBROS

CALLEJON SIN SALIDA (*)


JORGE SALAZAR (1)
I


“Visión de una kermesse. Nadie tiene un país como este...’. Los hay que en esta dura y hasta dolorosa hora peruana se dedican a escribir sobre los balazos y la sangre que, día a día, nos amamanta; también se escri­be sobre el oleaje de las playas del Norte o sobre las dificultades de andar por la vida y por el jír6n de la Unión en bicicleta, pero también los hay los que sacan pecho, como ya lo hizo Eugenio Buona con “Tu Poblada Herida”, y sin enmarañamientos hablan del callejón sin salida del amor...

II
Le ha tocado esta vez a Armando Arteaga. Para más señas: piurano, arquitecto, bohemio, literato y critico de cine; eso, al menos, cuenta su currículo: 35 años. Pero eso no basta pa­ra expresar el significado de su último libro “Callejón sin sa­lida”. Arteaga, salido ya del “Palermo”, del “Wony” y de otras históricas cavernas de la bohemia limeña, se ha encontrado con que buena parte del discurso político en verdad sirve para encubrir el fin de la civilización, por lo menos en el caso perua­no... Y así, sólo ante tantos enigmas (la muerte: ¿será de mármol o de piedra?) coloca ahora mismo sus acentos sobre la vieja pasión de la infancia y de mañana, mía y suya, de ayer y hoy: el amor...



III
El desplazamiento del cronista cinematográfico de Expreso no es puramente formal: una voluntad de verdad y purificación que lo hermana con Buona) encuentra los pasos perdidos al lado de la otra calle y en la punta del mundo, Galicia, y los trae hasta acá “Estuve aquí con ella, era rubia y delgada. /La lluvia vuel­ve ahora en su ballet,/me da lo mismo/ ..Estuve aquí con ella, no recuerdo si era rubia o negra/.

IV
Nadie duda que el amor empieza al otro lado, cuando ya no está... Pero Armando Arteaga, piurano de izquierda, se ha ido olvidando poco a poco de las desdeñosas divinidades del catecismo, para ir recomponiendo armoniosamente viejos trajines:
mirar ahora mismo esa casa y recordar la canción expresa­da entre esas rejas, el perfume de ella al lado de la puerta, el íntimo patio, el último beso. Lo ilusorio convertido en realidad infinita y plural.

(*)Publicado en la columna Fantasmagoría de Jorge Salazar, en el diario Expreso, 09—03—1987.

(1)Jorge Salazar, destacado periodista, ganó el Premio Casa de las Américas (1980) por su novela “Opera de Fantasmas”.

domingo, 22 de febrero de 2009

LABRANDA/ JUAN FÉLIX CORTÉS

LIBROS
LABRANDA: un libro consagratorio
Por: Juan Félix Cortés


He leído desde la perspectiva de mi dinamismo interior la poesía de Roger Santivañez y he descubierto el fondo y la forma de una vida poética, incesante y desgarradora que va en busca de una consagración definitiva. Róger se introduce a un espacio creativo para ofrecernos genialmente una respuesta a su constante devenir, observa la importancia de su propia existencia, luego se nutre de ella y en un momento crucial se encuentra solo para enfrentarse al mundo que ha inventado y para reencarnarse poéticamente, una, dos, tres, cien veces en el espacio y en el tiempo. Santivañez, en el lenguaje es un niño, un joven, un adulto lleno de recuerdos, de nostalgias, nos transmite su pasado glorioso, donde la inocencia es preponderante, se trepa en las palabras útiles y sagradas para cabalgar y para buscar en los íntimos secretos, la alegría, la dicha, el dolor, tantas veces acumulado y tantas veces perdido; visualiza su nacimiento en su ciudad amada que lo vio crecer en las calles calurosas y lluviosas, se siente arrullado por las voces familiares que como duendes se suben por las paredes, por los patios, por los techos, por las camas. Rememora a su madre querida a sus tías entrañables. Su poesía es cerrada por candados grandes y pequeños, es para resguardarla de los impíos y de los imbéciles que abundan por doquier, es una poesía hermética, difícil de ingresar, sin embargo, si somos generosos y solidarios la observamos que tiene una libertad inmensa, libertad de poeta, tiene alas para volar hacia nuestro rico mundo interior para enternecernos a pesar de su dramatismo, es una poesía que huye del presente para estar paradita atónita y tierna, angelical en el pasado, siempre buscando el paraíso perdido. Su caminar solitario se esparce dialécticamente a su caminar colectivo, filosofa y poetiza su realidad interior y exterior, es una poesía de imágenes que nos sorprende por sus huellas humanas, es un misterio el poder de su palabra porque encumbra la esencia y la existencia, su poesía está concentrada y es autónoma de otras poesías contemporáneas, su lenguaje nos comunica belleza y hallazgos deslumbrantes. Es una poesía que está cercada por su silencio y su soledad y viene hacia nosotros como un chorro de agua para aplacar nuestra sed. L a sensibilidad de su arte poético, abarca un solo camino: nos conmueve y nos salva, sus poemas se han reunido en un conglomerado de hechos creativo y no de propuestas pueriles, sus poemas navegan en un mar de constelaciones lingüísticas para arribar al territorio de la originalidad, es decir, su poesía no solamente es redentora, conceptual, afectiva para sus victorias y derrotas pasajeras, es una mano extendida al hermano, al prójimo, es una poesía para aquellos que alguna vez amaron una muchacha frente al mar y que escucharon música intocable y que pertenecieron a una generación maravillosa, es una entrega poética para aquellos que sufren y se levantan del caos y que por suerte y decisión optaron por la renovación de nuevas actitudes; pero es para aquellos seres que tienen una reminiscencia, una memoria sólida y que se remonta a los viejos amores, a los antiguos encuentros y desencuentros, aquí es cuando el hombre es habitado por el poeta. Cuantos poetas se alzaron con su grandeza y su miseria humana, poetas que están encima de los tiempos; Vallejo, Borges, Octavio Paz, Baudelaire, Dávila Andrade, José Rizal, Quasimodo, Li Po, José Rizal, entre otros. LABRANDA, consolida el hermoso oficio de Santivañez, consagra su escritura, la poesía lo cubre integralmente, lo cubre desde sus raíces nacionales y universales, es un hombre, es un poeta y pertenece a otras latitudes, esa es la magia y el poder de la poesía, lo cubre cotidianamente en el lugar donde se encuentre, su poesía está en sus gestos y en su existencia única y variada a la vez. LABRANDA, es un premio a su constancia, a su humanismo palpitante, ahora es el hermano mayor que cuida al hermano menor que fue y la poesía en este sentido cumple su rol. El tiempo junta siempre los paraderos de antaño y que jamás olvidamos, los años infantiles desfilan con nuestras calles, con el rió donde nos bañamos en los atardeceres, con nuestra identidad local, con la churrería que como una joya grupal está latente hoy y siempre. LABRANDA ingresa a mi histórica biblioteca de mi casa museo con solvencia creativa, ingresa con brillo y lucidez, ingresa como un libro imprescindible para leerlo permanentemente, como el libro TERRA IGNEA de otro gran poeta y amigo; Armando Arteaga. En el libro hemos leido y reflexionado los epígrafes que Róger ha escogido con el ánimo de valorar la palabra de poetas de su agrado. LABRANDA es publicado por la prestigiosa Hipocampo editores y la calidad de la impresión, es de primera y en las secciones, nuestro poeta ha considerado la coherencia para exponer su trabajo creativo que prestigia a las letras, de América Latina y el mundo entero

EL PSICOLOGISMO FANTÁSTICO Y MODERNISTA DE JORGE MIOTA/ ARMANDO ARTEAGA

VII Encuentro Nacional de Escritores "Manuel Jesús Baquerizo"
Centro Cultural de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
CCUNSHC- Ayacucho
Gremio de Escritores del Perú – GEP.
Huamanga, 5 – 8 de noviembre de 2008.

Ponencia:
 

EL PSICOLOGISMO FANTÁSTICO Y MODERNISTA DE JORGE MIOTA

Por Armando Arteaga



 Algunos de nuestros más representativos críticos literarios le han dedicado escuetamente algunas investidas palabras de elogio para con los méritos literarios de la obra cuentística de Jorge Miota (1870-1926); aunque también, es cierto, lo han ignorado totalmente en sus escuetos análisis literarios, casi nunca representativos de la realidad abordada y estudiada. A Miota, lo han desechado de sus “modestos” y “bisoños” panoramas históricos acerca de la narrativa modernista. No se ha tenido en cuenta, para nada, esa “modernidad” que surge de sus afiebradas modulaciones descriptivas que Jorge Miota impuso siempre en sus cuentos y relatos. Una increíble flojera invade en el ánimo de los predios de estos críticos que han desdeñado su obra narrativa, ni siquiera se han aproximado a esta, para ordenarla y publicarla orgánicamente.
Es cierto que la obra narrativa de Jorge Miota está dispersa en revistas de la época, pues siempre ha sido una realidad: contada y sonada, que se le ha visto como un narrador exótico y psicológico. Ni siquiera se han atrevido, los mas desatalentados, a poner a Miota en el diván del psicoanálisis para comprender lo trascendental de su ímpetu creativo, descubrir la manifestación de su “ser”.


 José Santos Chocano le rindió pleitesía a Jorge Miota al dedicarle ese estupendo poema “El Rayo”. Luís Alberto Sánchez, ha sido el primero en llamar la atención acerca de su obra, al estudiar a “Nuestros Modernistas” en su “Literatura Peruana” (Tomo IV). Hay que reconocer en Sánchez este gesto de apertura y de fidelidad para con la importancia de este escritor apurimeño, que nunca borroneaba ni reprimió el “élan vital” de su atrevida inquietud literaria: esta especie de disposición elemental que nos conduce por un territorio de incógnitas sobre el “ser” existencial del escritor. Sus cuentos siempre producen un “thaumatzein” de preguntas sin respuestas, nos deja una neblina de misterios y arcanos. Según L. A. Sánchez: “Jorge Miota (Abancay, 1871-Buenos Aires, 1926), fue un excelente cuentista, dueño de una prosa melódica. No ha dejado libros, sus colaboraciones en “Actualidades” y “Contemporáneos” son de la mejor cepa literaria. Padeció una grave obturación mental que lo llevó al manicomio victima de una paranoia persecutoria. Sus personajes revelan intensos conflictos psicológicos”.

Estuardo Núñez, además, incluyó a Miota en su antología “Cuentos”; en la sección “El cuento modernista” (Ediciones del Sol, Lima, 1963). Menciona allí a Clemente Palma (1872-1946), a Ventura García Calderón ( 1887-1959), a Enrique López Albujar (n. 1872), y Manuel Beingolea (1881-1953), y hace hincapié en la postergación de nombres de autores que muchas veces no llegan a editar el volumen definitivo, muy común entre los “modernistas”, aunque dejaron importante obra dispersa en periódicos y revistas. Consignando los nombres de una generación muy prodiga, aunque tal vez, les reprocha, poco organizada: Aurelio Arnao (1872), José Antonio Román (1874-1920), José Félix de la Puente (1882-1959), Amalia Puga Estrada (n. 1866), Juan Manuel Polar (1868-1936), Augusto Aguirre Morales (1888-1957), Raymundo Morales de la Torre (1885-1936), Carlos Camino Calderón (1804-1956), Luís Estévez Chacaltana (¡-1911), Federico Blume (1863-1936). Narradores que insurgen en cuatro centros, o focos cosmopolitas del país, ciudades en transe, en un país de gran transfiguración por el auge del proceso migratorio interno de estos núcleos urbanos costeños: Lima, Arequipa, Tacna y Trujillo. De los que quedaron en agraz olvido, uno de estos narradores modernistas fue Miota, pero no por eso se puede dejar de exaltar el vino de esa gloria, o el destello de esa narrativa modernista que sin ninguna duda: a ese protagonismo modernista también pertenece Miota.

Es merito, por lo tanto, el aporte de Rubén Sueldo Guevara, al incluirlo en su dos estudios sobre narradores cusqueños. Ha contribuido a la confusión de poner a Miota como un narrador cusqueño. Esta hipótesis está en duda, me inclino más por la tesis de L. A. Sánchez, de que Miota nació en Abancay. El escritor abancaino Federico Latorre Ormachea me habló hace poco de la probabilidad de encontrase la partida de nacimiento de Miota. Discrepancia que terminará cuando esta partida de nacimiento aparezca. Mientras tanto, continuará el misterio de su origen, suceso deleznable, que tiene poca importancia literaria, por lo demás.

Rubén Sueldo Guevara en “Narradores Cusqueños” (Antología Primer Festival del Libro Sur-Peruano, 1958), rescata este perfil, que es bastante cercano a la realidad vivida por Miota: “Mencionado apenas por Luís Alberto Sánchez en su “Literatura Peruana”, participó activamente en el movimiento literario de Lima –donde radicó desde niño-, durante las postrimerías del siglo pasado y comienzos del actual. Trotamundos, recorrió Europa captando las corrientes artísticas en boga. Humorista, políglota, tuvo fama de ameno conversador. Sus cuentos y relatos de ambiente y personajes cosmopolitas fueron publicados en diarios y revistas limeñas, sobre todo en “Actualidades. Es el creador del mas expresado peruanismo: “huachafo”. Murió en Buenos Aires, asilado en un sanatorio para locos”. Rubén Sueldo Guevara lo ha incluido también en sus “Narradores Cusqueños. Estudio y Antología” (Editorial Letras Peruanas (1967).


Sin muchos más aportes acerca de la vida umbría de nuestro narrador, y menos sobre la presencia urticante de su narrativa, ni de su exilio y enfermedad en Buenos Aires, hasta el ultimátum de su extraña muerte. El tiempo va destruyendo las evidencias y el progreso va deformando las verdades. Se ha logrado identificar en parte los cuentos de Miota como:

-“Hacia el pasado” (Revista Contemporáneos, N- 5).
-“La pared de enfrente” (Revista Actualidades, Lima, N- 26).
-“El pasado muerto” (Revista Actualidades , Lima , N- 55, 1904)
-“Alma Nueva” (Revista Actualidades, Lima, N- 50, 1904).
Otros cuentos que han sido publicados en Actualidades son: “El regreso”, “Ellas”, “El costurero”, “En el País de las Hierbas”, “El Corrector de Pruebas”, “Claudina”, “La Taza de Té”, “El Choque”, “El amor de Armando”, “Entre Témpanos”, “Por un sol”, “INRI”, y “La Hija de Jairo”.

Alguna vez, conversando con el maestro Alberto Escobar, me refirió que estaba preparando un estudio completo acerca de Miota, pero ignoro si este trabajo se publicó o permanece inédito. (1) Aunque, de la misma manera, Escobar aportó, para una mejor comprensión acerca de la narrativa de Miota. Lo incluyó en su antología de “El cuento peruano (1825-1925), de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (1964), y en su obra: “La narración en el Perú” (Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1960). Alberto Escobar se ha referido alabando el proceso de creatividad acerca del cuento de Miota “Hacia el pasado” donde se revela: “el apogeo de un celoso sentido rítmico de la prosa”. Ya Escobar se ha referido también al cuento modernista: “su definida conciencia del fenómeno verbal como flexible limite e inacabada aventura simbólica”.

Así mismo, Antonio Cornejo Polar, a relacionado este encuentro “modernista”, de la narrativa con el país real, en su “Literatura en el Perú Republicano”, al mencionar sobre la problemática del cuento modernista: “Como la poesía, la narrativa modernista en el Perú fue tardía, irregular, contradictoria; sin vigencia, así mismo fue casi paralela a su superación post modernista”. Y estamos de acuerdo con el mismo Antonio Cornejo Polar, cuando afirma: “el cuento modernista peruano gusta romper los limites de la alusión nacional, a veces cerradamente regional, para intentar una universalización que en algunas ocasiones tergiversa en un artificioso cosmopolitismo. La suma de estas notas hace ver que entonces se realiza una profunda renovación, de trascendencia indiscutible, en un sector capital de la literatura del Perú”.

Es importante recordar que la narrativa de Miota pertenece a este cosmopolitismo arrebatado y “supersiste” de nuestra modernidad. Sublimó nuestro lado alaracoso, suministró el rigor y la superposición descriptiva, aplicó el “racconto” y otras técnicas. Planteó el “supuesto” narrativo, casi algebraico, para demostrar un suceso real, pero también fantástico. Desde el psicologismo de sus personajes, invadidos de vejez y ambientes llenos de vetustez, de decadencia existencial, en sus cuentos los individuos viven su propia “vía crusis”, afligidos, hasta el desenvolvimiento total y final de la trama literaria. Miota fue moderno no solo por su narrativa elegante y exposición de situaciones, sino porque se adelantó con una mirada vibrante para mostrar la decadencia capitalista, observó el aburrimiento y el confort de las capas sociales altas, y la pobreza material y espiritual de nuestra sociedad. Fue un vidente de esta decadencia kafkiana de la sociedad actual. Armonizo la ociosidad de aburridos y soñadores personajes, reflexionado sobre esta áspera realidad, haciéndonos comprender que el hombre está lleno de “principios” fundamentales que lo ayudan a vivir, y que volviendo la mirada hacia la historia de cada uno de ellos, allí habitan también, seres muertos. 

Desnaturalizados y degradados por la vida misma, y la mediocridad, donde lo burdo y lo banal muchas veces triunfa sobre el derrotismo de sus personajes, un orden físico lleno de seres que agonizan o están muertos en vida, o pasan a ser “pobres diablos” e insensatos humanos que viven como cadáveres, con sentimientos elementales e instintos deplorables. La vida, como la naturaleza, es una corriente de energía vital, lo es también la muerte. Una ausencia de elegancia para vivir la vida les falta a sus personajes, gastados e inútiles para afrontar los duros vaivenes de la vida real. Un pesimismo danunzziano ya anunciaba lo mas extravagante de ese existencialismo de sus personajes.


El cuentista es un hilvanador de historias, aspira a trascender con el transcurso del tiempo, que todo lo devasta y arruina. Vive en las escenas de sus personajes el deterioro de la vida, la desventura que los va disturbando y convirtiendo en seres frágiles y metidos en su propia cueva platónica, encausados en sus propias desdichas. No hay duda que Miota fue para la cuentística peruana una mueca de reproche. La naturalidad narrativa de sus textos y la mirada observadora casi detallista, es una crítica a nuestra realidad peruana, es una prosa de avanzada. Esa espontaneidad le abrió las puertas hacia la modernidad de nuestra cultura peruana. Su narrativa es un gesto de incredulidad acerca de nuestra cruda realidad, un desprecio a la asfixia del lujo y el derroche de ciertos sectores sociales altos que contrastan con el abismo de cierta pobreza que aún nos rodea.



(1) Me he enterado también de la publicación del libro “Lo huachafo: trama y perfil, (Jorge Miota vida y obra)”, del profesor y periodista Willy Pinto Gamboa, (Lima: Cibeles. 1981. 183p.) , pero no he tenido acceso al libro.

sábado, 14 de febrero de 2009

DE DIEGO MEJÍA A SANTOS VILLA, UNA HISTORIA DE METÁFORAS Y ACORDES/ BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ

LA LITERATURA EN ANCASH:
CULTURA
DE PALLASCA:

DE DIEGO MEJÍA A SANTOS VILLA, UNA HISTORIA DE MATÁFORAS Y ACORDES

Bernardo Rafael Álvarez


Pallasca –lo escribí hace algún tiempo- es “un pueblito de la sierra ancashina, bello, saludable y acogedor, por sus paisajes infinitos, por su clima y por el calor imantado de su gente, que es capaz de atraer al más distante de los humanos, convirtiéndolo en huésped perpetuo de su corazón. “

La historia
Su historia se remonta a los primeros tiempos de la Conquista. Estudios serios indican que su nombre provendría del cacique Apollacsa Vilca Yupanqui Tuquiguarac, “indio noble que prestó importantes servicios durante el paso de los primeros conquistadores”, por lo que habría recibido escudo de armas, según señala el historiador Félix Álvarez Brun, en su libro ANCASH, una historia regional peruana.[1]

En Pallasca han ocurrido hechos que merecen ser resaltados. En las aguas del Río Tablachaca (antes Andamarca) fue arrojado el cadáver de Huáscar, el último heredero legítimo del Imperio Incaico. En dos oportunidades, a fines del siglo XVI, recibió la importante visita de Toribio de Mogrovejo, entonces la más alta dignidad de la Iglesia Católica en el Perú y después proclamado santo, en diciembre de 1726. En la etapa de la Independencia aportó su cuota de hombres y provisiones para el Ejército Libertador. Cuando se produjo la invasión chilena, puso de manifiesto su arrojo y patriotismo negándose a cumplir las órdenes de los jefes militares enemigos y, más bien, se enfrentó, en desigual batalla, dando excepcional muestra de dignidad que le costó, como heroico saldo, decenas de muertos y heridos.

Años antes de aquel conflicto fue visitada, en épocas distintas, por dos importantes estudiosos europeos cuyos testimonios fueron insertados en sendos libros que son fuente obligada de consulta: Charles Wiener, autor de Perú et Bolivie, y Antonio Raymondi, que escribió El Departamento de Ancasch y sus riquezas minerales. El francés Wiener, entre otras descripciones y alusiones, se refiere al río Tablachaca y expresa que se trata de “uno de los sitios más notables en la historia del Perú”, porque allí “fue degollado cerca del puente por orden de su hermano sublevado”, Huáscar el último inca legítimo. Raymondi advierte que el distrito de Pallasca “es el más extenso (sic) de todos los de la Provincia” e intuye, por algunas evidencias encontradas, que debió haber sido importante durante la dominación española; resalta la belleza del panorama que se aprecia desde Santa Lucía donde, dice, “hay una pequeña capilla”, y llega a conocer el subterráneo (que nosotros cuando niños llamábamos “infiernillo”) ubicado en una vivienda al frente del templo de San Juan Bautista. Pero lo más significativo quizás sea el haberse dado cuenta que, como en otros distritos (a diferencia de Corongo, que entonces formaba parte de nuestra provincia) en Pallasca solo se habla el idioma español, lo cual, según su personal apreciación, hace que los habitantes de estos pueblos sean más tratables y cariñosos”. La ausencia del Quechua -que no tuvo tiempo de arraigarse en los pueblos de nuestra Provincia (y que, por cierto, deberíamos lamentar)- se debe a que –como señalaron investigaciones lingüísticas ulteriores- el idioma nativo en esta región fue, en realidad, el Culli que prácticamente sucumbió ante la irrupción sucesiva de incas y de españoles y del que solo han quedado desperdigadas o “chapreadas” (que es como se dice en pallasquino) algunas expresiones que son empleadas con frecuencia (pienso ahora en la particular eufonía de los topónimos Conshyam, Mushyuquino, Pocata, Shulgarape…)

La poesía

Si aceptamos que –tal como afirma el historiador Álvarez Brun- Pallasca es la antigua Andamarca, aquel pueblo más o menos cercano al río en que, sabemos, fue arrojado el cuerpo sin vida de Huáscar, el último Inca legítimo, entonces tendremos que admitir que la poesía pallasquina comienza con el poeta sevillano Diego Mejía de Fernangil. La segunda parte de su Parnaso Antártico, llamada “Égloga Intitulada El Dios Pan…”, tiene, entre otros, estos significativos versos:

“Aquí, señor don Diego, en Andamarca,
donde el Quisquis, y el gran Cilicochima
cortaron la cabeza a su monarca,
junto al arroyo do con vena opima
de rubicunda sangre dio a su vida
el sin ventura Guáscar fin y cima,
me hallo a la sazón que a su querida
Tetis inclina la jornada Apolo,
Dejando esta región oscurecida.”

Es decir, la poesía pallasquina (digo, aquella escrita en Pallasca) tendría su registro histórico a partir del siglo XVII. Pero para sustentar esta afirmación habría que darse el menudo trabajo de recurrir a la Biblioteca de Paris que es donde, tenemos entendido, se encuentra el texto completo del largo poema, y además hacer un seguimiento al itinerario biográfico de aquel medio desconocido vate. Esto permitiría sumar argumentos a la tesis pulcra y minuciosamente expuesta por Álvarez Brun, nuestro laureado escritor.

Pero por ahora solo nos importa ocuparnos de otros poetas, los creadores emblemáticos de Pallasca: Víctor H. Acosta y Teófilo Porturas que, por cierto, merecen permanecer en nuestra memoria, alimentando el lado noble de nuestro orgullo. Olvidarlos sería injusto, oprobioso y ofensivo a la dignidad.

La única vez que ví a don Víctor H. Acosta fue el día en que lo conocí. Yo tenía doce años. Ocurrió cuando –como lo he contado en una crónica- “alumnos y profesores de la 293, mi escuela, habíamos ido en “excursión” a la capital de la provincia y allí, fastuosos, en una velada literario musical hicimos una representación teatral en la que yo aparecía como “Willac Umu”, usando como parte de la indumentaria una capa probablemente del San Juan Bautista de mi tierra”. Mi padre, el maestro Rafa, era mi profesor y, por tanto, también fue de la partida. Yo siempre “paraba –como se dice- pegado a él”. Y recuerdo que en la Plaza de Armas de Cabana se produjo el encuentro: él y Víctor H. Acosta. La bella Iglesia de Santiago el Apóstol, mandada a construir creo que por el padre Ciro Palay, imperturbable y blanca permanecía allí apuntando al cielo en la esquina sur oriental. Y, claro, el niño zonzo -o sea yo- también en el lugar, pero mirando al suelo. Bien peinado, el poeta vestía un terno plomo a rayas correctamente abotonado, y con corbata. Supe que le gustaba jugar billar y que no confiaba en los tacos que se ofrecían en el establecimiento a donde acudía a relajarse con sus amigos; por eso prefería llevar el suyo, uno de color marfil que en aquellos momentos portaba y se ufanaba en mostrar a mi padre. Yo, por supuesto, ya sabía que se trataba de un poeta porque tuve oportunidad de conocer su único libro, Sentidas, que fuera publicado allá por el año 1929 cuando su autor, según tengo entendido, aún era adolescente (por lo menos eso es lo que se nota en la foto que aparece a la vuelta de la portada). Lo que nunca llegué a saber era el porqué de aquella “H” en su nombre (muchos años después alguien llegó a decirme –naturalmente, sin haberlo podido confirmar- que en realidad correspondía a su apellido paterno, el que por alguna de esas misteriosas razones o sinrazones que solo los poetas entienden, terminó reduciéndose a la inconfundible sonoridad de esa letra a la que le dicen muda). El librito, prologado por don Teófilo Porturas (con quien compartió experiencias de aprendizaje y creación en Trujillo, frecuentando en su adolescencia a poetas y escritores del Grupo Norte, como Antenor Orrego), fue impreso por la Imprenta Torres Zumarán del jirón Sandia 111, y yo lo obtuve gracias a que mi amigo Lucho Aparicio me lo regaló –después de haberlo encontrado junto a un número indeterminado de otros ejemplares, en el “terrado” de su vivienda- cuando formábamos parte del Club Infantil “Los Inseparables” (acerca del cual ofrezco publicar pronto una crónica, pues tiene una significación altamente sensible en mi vida). Don Víctor, el querido autor de Ave que muere, su poema más conocido y celebrado especialmente por las damas pallasquinas, nació en Pallasca, pero hasta sus últimos días vivió en Cabana, donde nacieron sus hijos y quedó su recuerdo.

Sentidas, el poemario de don Víctor, es un libro de formato pequeño, diríamos “de bolsillo”. Está compuesto por cuarenta y siete poemas bellos y bien escritos, que se caracterizan por una extraordinaria riqueza expresiva, además de musicalidad y ternura. En ellos se pone de manifiesto poco discretamente la presencia de Rubén Darío; es que el Modernismo había poblado el continente, entonces. Pero también –como muy bien apunta Teófilo Porturas en el prólogo- hay algo de Vallejo. Un poema conmovedor es aquel titulado Yo nací para cantar, en el que encontramos estos hermosos versos:

“Canté en las sombras de mi desventura
El recio golpe de mis amarguras;
Canté, porque he nacido
Para ser un Acosta dolorido.

Así fui lanzado al podridero
De esta vida mezclada de asperezas!
¡Y en tan crudo y horrendo podridero
siempre sigo cantando mis tristezas.”

Don Teófilo Porturas administraba una muy modesta tiendita y nuestros padres cuando nos pedían que hiciéramos alguna compra nos decían: "anda a la tienda del poeta" y, créanlo, la eufonía de esta palabra nos conmovía de veras. El espíritu de aquel hombre era vivaz. Su sueño era que Pallasca elevara su nivel cultural. Y, en efecto, procuró que ello ocurriera, y vio que a los niños y jóvenes había que entregar las llaves del futuro, formando su personalidad, enriqueciéndola. El camino, probablemente difícil, había que recorrerlo con un instrumento sin duda eficaz: la lectura. Por ello es que, junto a un grupo de trece pallasquinos (todos, como él, humildes) hizo todo cuanto le fue posible para dar el paso decisivo, irreversible, trascendental: fundar la Biblioteca Pública de Pallasca. Ansiosos y esperanzados, recurrieron a un paisano que hacía mucho años había partido a otra provincia, don Manuel Herminio Cisneros Zavaleta; él les ofreció y dio su apoyo: los libros de su colección privada los transfirió, en donación, a favor de su pueblo natal, y como reconocimiento a su calidad profesional de periodista y en gratitud por su alma noble y bondadosa, los entusiastas gestores de la obra decidieron darle su nombre a la Biblioteca que en esos momentos (1º de Mayo de 1957) nacía y que por un considerable número de años, domingo a domingo, abriría sus puertas para congregarnos a los niños y adolescentes de entonces, en un inolvidable ritual que nos hizo felices. Curiosos, ávidos, inquisidores, leíamos y leíamos, desde El Tesoro del Juventud hasta Cumbres borrascosas, de La vuelta al mundo en 80 días a El mundo es ancho y ajeno...Pulcramente vestido, con la cabellera más o menos larga peinada hacia atrás y con un brillo de gozo en los ojos, nos atendía, solícito, el fundador de aquel medio discreto templo de la cultura. Don Teófilo Porturas, poeta, publicó un solo libro cuyo más celebrado poema fue siempre Jardinera del silencio en el que decía: “Eres una compañía de recuerdos/ para mi pobre vida…”; “¿A dónde iré con mi manojo de locuras,/ en los ojos tórridos,/ aquí donde se renueva mi alma/ del retazo que tengo todavía de amarguras?”. Razones, probablemente económicas, hicieron que sus poemas que desde muchos años antes habían aparecido sueltos en algunas revistas y periódicos, recién en 1967 conformaran un volumen al que don Teófilo llamó Latidos; poemario cuyos versos –al decir del cusqueño José Gabriel Cosio- son “de melancolía y tristeza, de angustia y de desesperanza, con un sí que es no de agridulce”; y presentan también una poco habitual audacia creativa en el aspecto formal, insinuándose algo de Oquendo de Amat, por ejemplo, en versos como los que siguen:

“Mañana me bañaré en tus lagos
en mi infancia te he mirado a ti
tus tardes avanzan a suicidarse
en los maizales
lentamente.”

Conformado por treinta y ocho poemas, Latidos fue impreso por don Jesús Aguilar Segura, el honrado, solícito y diligente secretario de la Municipalidad Distrital, en la pequeñísima Imprenta del Concejo. Los niños de entonces, lo recibimos con alborozo y fue don Moisés Porras, Director del Colegio San Juan Bautista, quien nos dio las claves para comprenderlo. Así fue como pudimos, tempranamente, degustar el sabor asaz extraño de sus metáforas y descubrir en su novedoso ritmo algo así como la música de Pallasca compuesta, claro está, sin solfas ni acordes estridentes.

La música

Cierto, no son acordes estridentes los que hallamos en la música pallasquina. Y para hablar de ella debemos necesariamente referirnos a cinco nombres (como las líneas del pentagrama). Nombres de personas que contribuyeron con un aporte valioso: hacer que nuestra sensibilidad, a veces proclive a lo foráneo, se identificara con las manifestaciones artísticas nacidas en nuestros pueblos andinos. Su influjo, naturalmente, se sumó al que ejercieron nuestros padres y, por cierto, al que brotó de la belleza de nuestros paisajes, de lo glorioso de nuestro pasado y de la calidad espiritual de nuestra gente, la buena gente de Pallasca y sus costumbres (dos de las cuales, insustituibles, son el Toro de trapo con el pum, pum de la caja y la medio afónica melodía del pífano, y las Quiyayas, “telúricas y magnéticas” como habría dicho el inmenso César Vallejo). Estos nombres son: Pedro Gutiérrez, Ireno Aguilar, Julián Rubiños, Juana Díaz e Isabel Miranda.
Don Pedro Gutiérrez, “El Conshyamino”, nuestro folclorista invidente, cuando lo conocimos solía ubicarse en una de las bancas de la Plaza de Armas (casi siempre en la que da hacia la iglesia). Con un seseo muy particular, secundado por el acompañamiento jadeante de “su acordeón o concertina”, protegido por su poncho y sombrero, rodeado por los chiquillos del pueblo y –cómo no- vigilado por la “Repolla”, su mujer, entonaba huaynos y guarachas: “En el cielo las estrellas”, “Mi cafetal”...y “La piedra de mal rodar”, su canción emblemática[2]. No faltaba -como en todas partes- algún mozalbete zamarro que –candorosamente perverso- le jugara una broma pesada, como presionar una tecla de su instrumento, alterando, así, la ejecución del tema musical; don Pedro se enfadaba por un instante, soltaba sin mucha convicción un carajo, pero inmediatamente sonreía y continuaba con la música. Nosotros nos alegrábamos con su alegría y nos conmovíamos con su emoción. La destreza que demostraba al hacer brotar las notas de su muy humilde instrumento, era la misma cuando confeccionaba las proverbiales “andaritas” (especie de flautas de pan hechas con cañas de carrizo), perfectamente afinadas como para pergeñar, en las noches de luna llena, las melodías inolvidables del “Zorro negro”; o para que Julio y “Shantel” -dos de sus principales usuarios- pudieran familiarizarse con la nobleza del arte órfico (su padre -nunca olvidado, especialmente por su cálido y generoso corazón-, don Santiago Zanelly, era, probablemente, el más entusiasta “cliente” de don Pedro). Durante las primeras décadas del Siglo XX, sabemos que la animación musical de las fiestas familiares del pueblo, más que la Victrola, corría a cargo de El Conshyamino. La aparición del retumbante “Pick up” prácticamente desplazó a ambos. La Victrola se convirtió en pieza ornamental o de museo y don Pedrito, tal vez invadido por una honda tristeza pero jamás deprimido, trasladó su centro protagónico a la Plaza, mas nunca se alejó de los corazones. Más que un personaje, llegó a ser un símbolo. Los pallasquinos lo guardamos en nuestra memoria y sabemos que él y don Víctor Alvarado, don Pancho Nina, don Lorenzo Paredes...forman parte de la identidad espiritual de nuestro pueblo. Hablar de Pallasca es no olvidarse de ellos, tanto como de El Chonta, de Tambamba, de Santa Lucía; de la “293” y sus entrañables “maestros”; del Toro de trapo, de las “luminarias” y del grog…A nosotros, por lo menos a nosotros, cuando niños, don Pedro Gutiérrez nos dio una lección imborrable –como todas aquellas que se dan sin palabras, que se dan con el ejemplo: amen lo nuestro con todo el corazón.

Y el “pick up”, ese medio perverso personaje sin alma que a don Pedrito le mermó protagonismo, significó, valgan verdades, una importante contribución para que aquello de lo que estamos hablando se fortaleciese: la pasión por lo nuestro. Gracias a él más gente pudo acercarse a los ritmos y melodías del ande peruano (y, cómo no, también a los valses, las polcas, las guarachas, el mambo...). En las fiestas familiares y los “bailes sociales” se hacía presente a primera hora junto a las pesadas baterías o acumuladores. La Pastorita Huaracina (“La Soledad”, “Penitenciaría de Lima”, “A los filos de un cuchillo”, “Zorro, zorro”...) y el Jilguero del Huascarán (“Capitalina”, “Marujita”, “Al compás de mi guitarra”, “Cóndor Cerro”...) fueron una suerte de alimento espiritual precisamente en esa etapa en que todo se asimila: los primeros cinco u ocho años de la vida. ¿Quién nos los hacía escuchar casi cotidianamente? Ya lo adivinaron: don Ireno Aguilar. Desde su casa ubicada en la parte alta del pueblo, aún con discos de carbón, el “pick up” (probablemente el primero que llegó a Pallasca) hacía que nuestras mañanas o tardes, normalmente monótonas como en todo pueblo pequeño de la sierra peruana, tuvieran como aliño aquel almíbar que nunca empalagaba: los huaynos, las chuscadas, los chimayches...Por ello, don Ireno (el del molino de piedra con su “tararác” y su cárcamo y quién sabe con su “duende”) tiene un lugar preferente en nuestra memoria, la memoria del pueblo, porque -hay que reconocerlo sin mezquindad- su existencia fue, musicalmente, nutricia.
Como nutricia es, también, la de otro hombre que aparece nítidamente en la historia musical de Pallasca. El compositor y director de un conjunto musical (“Los mensajeros del Chonta”), una de cuyas canciones hizo abrir los ojos y la conciencia de muchos: “Señor Diputado”. Nos referimos, a quién más va a ser, a Julián Rubiños. La letra de ese tema (contestario, de protesta, turbulento) correspondía en verdad al sentir de un pueblo postergado por muchísimo tiempo; ponía en el tapete y la atención pública una necesidad y una esperanza: que Pallasca saliese del aislamiento para conectarse con los pueblos y ciudades más desarrollados. La exigencia era específica: queremos carretera. Pero también –recuérdenlo- reclamaba que quienes reciben el voto popular sepan ser dignos de él. Es decir, don Julián no solamente vio en el arte musical un medio para promover el entretenimiento, el gozo, sino una tribuna de denuncia y demanda. Es, lo decimos categóricamente, el compositor pallasquino por excelencia. El mismo cantaba sus canciones y dirigía a los integrantes del grupo de instrumentistas que lo acompañaban (“marco musical”, le dicen ahora). Don Julián tiene aún, gracias a Dios, el talento y el entusiasmo vívidos y fecundos, y podemos esperar más de él.
Pero no solo él puso la voz a sus composiciones. También una simpática jovencita (ahora respetable y hacendosa ama de casa, desde hace muchos años con residencia en Norte América) nacida en el distrito de Santa Rosa, Juana Díaz. Y es precisamente ella la que llevó al acetato el huayno al que nos hemos referido. Y ella es quien contribuyó grandemente a que Pallasca fuera conocida. Desde los coliseos (en boga hace varios lustros) y la radio, su voz repetía con orgullo y emoción el nombre de nuestro pueblo. Estamos hablando de la artista representativa de nuestra provincia, aquella que cantaba versos sentidos como estos: “En las pampas de Zarumilla hay un cadáver de quien será, seguramente de un pallasquino...”. Sí, pues: a ella le debemos mucho, pero –es lamentable que sea así- la hemos soslayado injustamente. Recordamos que alguna vez (fue en 1965, sin temor a equivocarnos) ella, con Julián Rubiños, “El cholo sufrido” y “Susanita ancashina” llegaron a nuestro pueblo y programaron una presentación en la 293, nuestra Escuela (esa que la modernidad ha tirado por los suelos); la respuesta fue adversa y nosotros, entonces aún en la infancia, sentimos dolor y experimentamos eso que hoy se llama vergüenza ajena. Estamos hablando, señores, de “La pallasquinita”. Ella y nuestro compositor Julián Rubiños merecen el homenaje y desagravio que Pallasca les debe por gratitud y justicia.
De Isabel Miranda hemos dejado de escuchar (su padre fue -lo conocimos- don Santiago Miranda; ¿se acuerdan de él?). En los años 60 grabó un disco (probablemente otros más, no lo sabemos), en el que –como está escrito en otra parte- se dibujaba musicalmente a Pallasca y su fiesta patronal, la Fiesta de San Juan Bautista. Un segmento de aquel tema musical decía: “Toque, toque don Pedrito su acordeón o concertina, para bailar por la Calle Grande con mi linda pallasquina...” Un tema hermoso, de auténtica creación -no como otros- según pudimos advertir, y muy bien cantado, que debiera merecer reiteradas reediciones y, sobre todo, ser difundido intensamente entre todos los pallasquinos, porque es como un himno que alimenta el orgullo y el cariño por la tierra que nos vio nacer y por su gente.
Concluyamos. Sin olvidar lo que significó don Alonso Paredes, maestro que cultivó y estimuló en los niños la simpatía por los valores del rico y altivo pasado de nuestra patria y considerando el aporte conmovedor de nuestros chirocos -Eleodoro Valdez y sus hijos, entre otros-, la aleccionadora aunque fugaz vida de la Estudiantina de la 293 y el entusiasmo de maestros como don Elio Machado (¿recuerdan las “veladas literario-musicales”?), ellos (Pedro Gutiérrez, Ireno Aguilar, Julián Rubiños, Juana Díaz e Isabel Miranda) constituyen el pilar sobre el cual la música folclórica de Pallasca se sustenta. Después de ellos han venido y seguirán llegando nuevos y muy buenos valores, no tenemos por qué dudarlo. Santos Villa Laureano es uno y creemos que de los mejores (importante es también la labor de difusión que hace a través de una emisora de la Capital). Hay que agradecer que sea así, pero estimulémosles sin reservas y con alegría. Porque, ¿saben una cosa?, el arte nos hace mucho bien, alimenta los buenos sentimientos y robustece la dignidad de los pueblos.

Coda
Lo dicho hasta aquí pretende tres cosas: primero, afirmar que la gente humilde ha sido siempre, como en casi todos los pueblos, la forjadora de nuestra identidad espiritual; en segundo lugar, ser una suerte de suplemento nutricional de la memoria: recordar, señores, enriquece y honra, y, en tercer lugar, insinuar una exigencia: sintámonos orgullosos de ser pallasquinos. Es, además, un trazo inseguro, un apunte precario, incompleto, de lo que debería ser la acuarela que retrate a Pallasca, Pallasquita linda (como la llamaba don “Moshe” Huerta), la tierra de los chupabarros; aquella que está a muchos kilómetros de distancia de mis ojos pero que, sin embargo, siento que palpita cotidianamente en mi corazón.
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[1] “Al César lo que es del César”: A la importante contribución del historiador Álvarez Brun (quien ha escrito el más completo, riguroso y bello libro sobre la historia de Ancash y, por ende, de Pallasca), debemos sumar el aporte pionero del normalista conchucano Alonso Paredes y el candoroso entusiasmo de nuestro paisano Manuelito Alvarado. Gracias a ellos pudo reconstruirse gran parte de nuestro pasado histórico. Soslayarlos sería injusto.

[2]“Ojalá nayde vuelva a caer / en esa piedra de mal rodar. / Y si otro día la vuelvo a hallar / de Mushyuquino la voy a botar…”

viernes, 13 de febrero de 2009

REVISTA SOL & NIEBLA: ENERO-FEBRERO 2009

Sol & Niebla publica inéditos de Manuel Scorza y Chirinos Cúneo
Circula nueva edición de revista de poesía peruana

Un nuevo poema de Manuel Scorza, que no figura en ninguno de sus libros de poesía publicados hasta la fecha, y primicias de un libro inédito de Guillermo Chirinos Cúneo, desaparecido poeta de los años 60, constituyen los temas de fondo de la edición No 5 de Sol & Niebla, correspondiente al periodo enero-febrero de 2009.
La aparición de este nuevo poema de Scorza indica que el poeta continuó escribiendo poesía después de su exitosa incursión en la novela, en 1970, cuando inició la publicación de su saga La guerra silenciosa, constituida por cinco historias, la primera de las cuales fue Redoble por Rancas, de resonante impacto internacional.
El poema de Scorza que publica Sol & Niebla se titula “A César Calvo agradeciéndole que esté aquí”, el cual refulge por su intenso lirismo, medita sobre la “fugacidad de la vida”, evoca a Javier Heraud y critica al líder histórico del bolchevismo, Lenin, porque “cortó groseramente un poema de Maiacovski”.
El otro plato fuerte de la reciente edición de Sol & Niebla lo constituyen fragmentos de El guerrero del arco iris, libro inédito de Guillermo Chirinos Cúneo, quien con Juan Ojeda y Luís Hernández conforma la tríada trágica de la promoción poética de los años 60, aquella de la desafortunada antología Los Nuevos, que los ignoró y dejó de lado.
Chirinos, fallecido en 1999, publicó en vida sólo un breve poemario, El idiota del apocalipsis (1967), y dejó entre seis y siete títulos inéditos. Actualmente es un poeta casi desconocido. Sin embargo, se trata de una poderosa voz, original, reveladora, cuyo incesante flujo metafórico parece surgido de los manantiales del sueño o la locura.
Sol & Niebla, que dirige el poeta Juan Caros Lázaro, también publica un balance de la actividad poética en el Perú en el fenecido año 2008, y una selección de poemas de Luís La Hoz, Freddy Roncalla, Héctor Rosas Padilla, José Diez y Eva Velásquez Lecca. Otras secciones presentan un conjunto de minificciones en las plumas de Carlos Meneses, Nelson Castañeda y Armando Arteaga, comentarios a libros de poesía y notas informativas.
La revista puede adquirirse en las librerías El Virrey (Nicolás de Rivera el Viejo 115, centro histórico de Lima) y en Comentarios (Jr. Ica 144, a media cuadra del Jr. De la Unión), así como en kioscos de periódicos y revistas de Lima y Miraflores.

Lima, 06 de enero de 2009
Ediciones Sol & Niebla / T. 426.7964

NINGÚN LUGAR DENTRO/ ARMANDO ARTEAGA



El personaje de “ningún lugar dentro” o el centro existencial del ser en la prosa de César Ávalos*
 
Por Armando Arteaga

Como en el Ulises de Joyce, el personaje busca en la realidad: lo perdido, viene sin argumento, no tiene centro, ni lado, ni costado. Va por la ciudad como un vector indagando asuntos metafísicos, deambula por el dédalo de la vida. En la boca de la noche, el conocimiento se hace perfecto, es in instrumento parta hurgar y divagar en el sin sentido absurdo de la vida, vaga por la realidad vivida o recorre con la mirada la realidad fantástica que el narrador viajero nos ofrece. Es siempre un viaje a lo infinito, hacia lo eterno y hacia lo etéreo. El último libro de César Ávalos: “ningún lugar dentro”, trae abajo el mito del genero literario, no es un poema, no es un relato, no es un guión literario, pero tiene mucho de cada uno de estos géneros o segmentos. Desde el titulo del libro escrito en minúsculas como e.e. cummings, empieza la provocación arbitraria para hacernos viajar por el absurdo de las cosas, por episodios inciertos, por secuencias irreales, por ocurrencias y escenas de ficción: drama donde el personaje se regodea buscando lo inhallable en esa realidad contada, su propio “self”. El personaje, casi un ser inexistente, es el escritor, pero también puede ser cualquier habitante de una ciudad desarticulada y sin estructura urbana como Lima. Lima es un escenario urbano lleno de tensiones: “Caminar por las calles involucra caminar con una gran sensación de odio y tremor. Miraba las cosas, los centros comerciales, los vendedores ambulantes, los pirañas, los locos, los terokaleros, las putas. Todo le era tan odioso, y sin embargo todo esto significaba Lima”, algo que parece tan simple, invade de severas dudas al personaje.

César Avalos en su propio laberinto escribir en búsqueda de un personaje.

La ciudad aparece como un laberinto o un infierno muy inmediato. Las dudas existenciales hacen rebuscarse aun más al personaje hasta convertirlo en un ente anodino, al que vamos a ir descubriéndolo en su propio viaje, al más allá o al interior de su propio ser o laberinto. La prosa “morosa” de Hablaos tiene instantes muy bellos y auténticos. Camina por el absurdo, en travesía de extra-bares, por rincones ridículos y precarios, mantiene un interés trascendente para que el lector nunca pierda el “argumento” literario, la prosa de Hablaos siempre tiene un hilo conductor que produce el interés en seguir indagando por donde va a terminar el personaje, a pesar de las cosas simples que le suceden. El lector siempre se puede preguntar: ¿y ahora qué va a suceder?. Y en realidad sucede simplemente que el personaje sigue viajando en su propio mundo, en su realidad disturbada.

La prosa de Avalos se encuentra por momentos con la “escritura automática” de Isidore Ducasse, el conde de Lautremont, con “ Los cantos de Maldoror”, ese un delicioso bocado de la literatura francesa, es iconoclasta y es irreverente. Tiene mucho del pesimismo de Samuel Beckett, de su particular sentido del humor, entre negro y sórdido. Tiene algo del canto del cisne de un gran heterodoxo como William Burroughs en su “Naked Lunch” donde “la gracia llega en forma de gato”. Y estoy de acuerdo con lo que dice Miguel Idelfonso en la contra carátula a manera de presentación: tiene algo de Jorge Eduardo Eielson, en la prosa de “El cuerpo de Gulia-no”, y yo diría algo de Luís Loayza en “El avaro”. Pero, también está muy cerca del recorrido existencial y el tono insatisfecho del “Aloysius Acker” y “La casa de Cartón” de Martín Adán. La ficción que ostenta Avalos es realista, pero a la vez es fantástica. Recurre al erotismo y a la búsqueda de la insatisfacción humana, siempre constante, que habita la prosa del libro para intimidarnos con el “alter ego” de este personaje, desembocando en el tedio, el aburrimiento y la autodestrucción.

Hermoso texto, entregado por Avalos, algo surrealista, por momentos, con algo de la narrativa de “la escuela de la mirada”, algo de "nouveau roman" (la "nueva novela") de Le Clézio. Enhorabuena, otra aventura literara de César Avalos, un gran vuelo literario. Una mirada de “avidez” sobre la “avenida” realidad peruana, venida -cada vez- a menos. “ningún lugar dentro “, será un libro importante en esta “avesta” de los libros sagrados, y consagrados, de la ultima generación de escritores jóvenes.

* César Avalos (Lima, 1969). “ningún lugar dentro” Colección Killka blues, Hipocampo Editores, (Lima, 2007).

Publicado en la Revista Sol & Niebla N- 5 Enero-Febrero 2009.

AREQUIPA OTRA VEZ, Y OTRA VEZ MÁS CON SUS POETAS


AREQUIPA OTRA VEZ, Y UNA VEZ MÀS CON SUS POETAS

En estos días caminar por las calles de Arequipa sigue siendo un sorprendente espectáculo, no solo por el sol brillante que contrasta con los muros de las casonas de “sillar” del Centro Histórico, bajar o subir por Yanahuara, insistir por las callejas del Barrio San Lázaro, es ver una ciudad proteica, con fuerza, pero también con nuevos problemas: la presión de la migración puneña y la proliferación de vehículos a todo dar, le van cambiando su perfil urbano. En estos días animan el quehacer cotidiano de los arequipeños la huelga de los microbuses vs. la terquedad del alcalde de hacer cumplir la ley. Lo cierto es que el vehiculo va imponiendo su dictadura sobre el peatón urbano. Entré a la librería del Centro Cultural de la Universidad San Agustín, y qué sorpresa: encontrar al poeta Misael Ramos, y acordarme de su poema “Cinestesia”, de los tiempos de la revista“Omnibus” y de “Macho Cabrio”. Le pregunto: …y, ¿Alonso Ruiz Rosas?: en Paris, ¿Oswaldo Chanove?: en Estados Unidos. Los amigos de mi época, también, se han largado de Arequipa. ¿Qué pasó? No lo sé. Sigo mi ruta de vagancia por Arequipa: la tierra de Guillermo Mercado, de César Atahualpa Rodríguez y de Francisco Mostajo; de los poetas: Alberto Hidalgo, José Ruiz Rosas, y Walter Márquez; en fin, me lleno de recuerdos. Hace tiempo que no volvía a Arequipa, la del elucubrado paisaje que habla Teodoro Núñez Ureta, sigue preciosa y reconforte esta ciudad. Miro hacia la esquina más cercana, un puesto de periódicos, me compro “El Búho”, semanario del sur: política y cultura. Otra vez la nostalgia, encuentro este hermoso artículo entre la literatura y el cine de Oswaldo Chanove y dos estupendos poemas de Jimmy Marroquín, que por ahora comparto con ustedes desde esta “Terra Ígnea”, aunque con Jimmy siempre me encuentro por el Queirolo en Lima. (A.A.).

El humeante plato de sopa
oswaldo chanove
Arequipa Perú 1953





En los años ochenta el cine club de la Alianza Francesa de Arequipa era una pequeña habitación con sillas de dura madera. El proyector de 16 mm era un bicho asmático y vibrante que requería de un ocasional manazo en medio de las tinieblas. Y nosotros, los amantes del cine, permanecíamos en estado de delectación incluso cuando la cinta reiteraba la misma imagen hasta revelar un monstruo burbujeante (sobre el écran apoyado contra el sillar).

Eran años heroicos. Las melancólicas sesiones en el cine club resultaba la única manera de ver algo diferente. Y fue allí, fumando insólitamente un cigarrillo, donde admiré la famosa carrera en el Louvre de los chicos de Bande à part. Fue allí también donde amé con perversa pasión a la Brigitte (tan insoportablemente bella), y fue allí donde me puse al día con material de la pandilla de la Nouvelle Vague: Truffaut, Godard, Rohmer, Chabrol, y, el genial Jacques Rivette.

Siempre iba buscando algo específico, pero una noche tormentosa pasé por el añejo local de la calle Santa Catalina sin nada en la cabeza. Vi que anunciaban una película que no me decía nada, que no era de ninguno de los geniecitos tan mentados. Pero sintiéndome (esa noche en particular) con ánimo poco constructivo, quizá algo decepcionado del universo, decidí que no tenía ningún otro lugar a donde ir, y me acomodé, mudo, entre el usual y variopinto grupo de parroquianos (jubilados obligados a la tacañería y jovenzuelos sedientos de novedades).

Estaban también, claro, Quintino (¡alabado sea!) y un señor de saco de corduroy (que llevaba eternamente engastada una máscara furiosa). Vi la película con los ojos redondos, listo a pararme al menor signo de tedio o exasperación. Era una historia que se desarrollaba en tiempos en que el sueño de la razón alemana provocó la mayor barbarie de la historia. Se trataba de un pequeño niño judío que era escondido en la casa de un anciano antisemita. Una historia que podía derivar fácilmente en lugares comunes. Pero no. El sencillo argumento fluía con trazo limpio y con una inusual sensibilidad (que encontraba lo entrañable de escenas rutinarias). Recuerdo que salí mudo. Una obra luminosa y benigna se alzaba contra el telón de fondo del horror.

Con el paso de los años, sin embargo, se me olvidó no sólo el nombre del director, sino incluso el título. Pero por razones misteriosas se me quedó grabada una escena –una sola- en la que el viejo toma un humeante plato de sopa ante la atenta mirada del niño. Durante años me mantuve a la caza, preguntando, sin resultado alguno, hasta que felizmente hace un par de días, y a causa de una fervorosa casualidad, me topé por fin con aquella vieja cinta.

Y hoy 13 de enero aquí, en la pradera tejana, leo con sorpresa que El viejo y el niño (1967) fue la autobiográfica opera prima de Claude Berri, una de las figuras claves del cine francés, del que hace algún tiempo ya había visto su faulkneriana Jean de florette (1986). Leo que recientemente produjo Bienvenidos al norte, de Dany Boon, que con más de 20 millones de espectadores en su país es un éxito sin precedentes. Me entero también que el pequeño judío sucumbió ayer a un infarto vascular cerebral. Las cosas aparecen y desaparecen. Siempre, mi querido amigo. Una y otra vez. Como platos de sopa o monstruos burbujeantes.



Jimmy Marroquín (Arequipa, 1970)



MORADA DE LA ESPUMA

Esta es la casa abandonada: cada espacio,
cada objeto, cada cosa
–irreconocibles, ajenos por el inclemente
vigor de la carcoma–
se encaraman e interpelan: claman por su
restitución a cobijo,
a filial y obstinada resonancia,
a su transitiva cotidianeidad más pura;
cada mesa, cada cubierto, cada silla,
ayer partícipes del fervoroso monólogo
de amados rumores disidentes,
yacen, hoy,
inertes,
sumergidos en la caudal irrisión de la polilla;
cada afiche, cada retrato o almanaque,
–y sus fastos de ceniza, y su futilidad evocativa,
y sus espléndidas orquídeas–
incrementan el censo inútil de los hongos y
la historia;
cada risa, cada llanto,
cada suspiro envilecido
o flatulencia vigorosa,
cada grito destemplado,
son hoy pábulo de la corrosión irreductible,
u hojarasca cuya inutilidad espigan
-con vehemente
y apasionada diligencia el
polvo y las hormigas.

Es esta la casa
su astillada puerta,
sus goznes entrañables y su falleba rencorosa,
la ceniza de su otrora tumulto inabarcable,
su espuma ígnea
y su ríspida altivez intolerable,
su zaguán oscuro como un tajo disoluto,
sus paredes balbuceantes y sus agrestes cielorrasos.


DAYANA

¿Qué tejes y destejes entregada
con mudo fervor
a un insoluto ardid,
ajena a la exaltación y al yerro,
a la conflagración de la ceniza,
estratega enfebrecida de tu tedio?:
¿los signos de un fasto calcáreo?,
¿la red de un tiempo que se alza
como cifra hostil
sobre la mansedumbre de tu pelo?,
¿nuestra leñosa piel de viento?
ah tejedora de días
sin huella ni fermento
no hay otro hilo
que el verbo enjuto
de tu miedo
no hay pespunte
ni aguja
sino el ojal
agrietado
de tu encierro
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¿no es acaso, inverosímil Penélope,
la prenda
que tejes y destejes,
con fruición primordial
e inalienable,
la esbelta espuma que nos ciñe
a la persistente desazón
de nuestro retorno
y tu ausencia inimputable?


Arequipa 25/ 01/2009.