lunes, 9 de marzo de 2009

LOS PALIMPSESTOS DE ROSÍNA VALCÁRCEL/ WINSTON ORRILLO

Los palimpsestos de Rosina Valcárcel



Por Winston Orrillo











En la Foto: Poeta Winston Orrillo y su mascota.


No voy a fatigar al ocupado lector en contarle el currículo de Rosina Valcárcel: los que leen saben que ella es no sólo una de las más destacadas poetas peruanas de todos los tiempos, sino que su profesión “civil” –la antropología- la llevó a ejercer la cátedra –doctorado mediante- en la Cuatricentenaria, de la que hace poco cesó, luego de una impecable carrera docente. Igualmente –quien la hereda no lo hurta- su progenie: el gran poeta Gustavo Valcárcel, una de las voces creativas más altas del Perú, unido a la infatigable Violeta Carnero H., defensora de las causas más nobles y altas del ser humano, constituyen una prosapia de la que no podía resultar sino la querida Rosina, igualmente, aparte de sus méritos académicos y artísticos, destacada militante en la causa de la defensa de los derechos humanos y, especialmente, en los de la preterida y marginada mujer. Autora de varios poemarios y de libros de antropología, todos de calidad A-1, ahora, sin embargo, nos sorprende con la edición –sucesiva- de dos volúmenes de difícil clasificación: ¿Crónicas, artículos, reportajes, ensayos? Yo diría que un poco de todo, y que ella marcha en la línea tan actual (no quiero usar la resobada palabreja de postmoderno) de los transgéneros, pues algunas de sus páginas son reportajes que, súbitamente, colindan y asumen la enjundia del ensayo; así como muchas crónicas son, en verdad, fragmentos de memorias, o ensayos de éstas: un sagaz observador podría estar pensando en que la autora se asoma a un texto como las Memorias de Isadora Duncan o los libros tan comentados de una de sus favoritas -¡cómo no!-: Anais Nin. A este lector, particularmente, la inmersión en los dos volúmenes que reseña: Diario de Talismanes y Aprendiz de maga, 2005 y 2006, respectivamente, Ediciones El Santo Oficio y Editorial Horizonte, han constituido una aventura casi psicoanalítica: es decir, un viaje interior, un flash-back, un racconto hacia un mundo que había habitado pero en el que no había sido capaz de aprehender la riqueza que la perspicua prosa de Rosina revela. En efecto, en los dos volúmenes –que ciertamente son una continuidad, por seguro seguida, más temprano que tarde, de una tercera parte- hallamos un suerte de intrahistoria de más de medio siglo de vida peruana: desde 1950 hasta el presente. Hechos, circunstancias, personajes –muy conocidos, conocidos, medianamente conocidos y hasta algunos que, pareciera, inventados por la autora- aparecen en una suerte de calidoscopio que, a la vez, nos revela, básicamente, su entorno. La conocida sentencia de Pepe Ortega: “Yo soy yo y mi circunstancia”, aquí se cumple cabalmente: las personas y personajes de la autora, nunca discurren únicamente en sus propias entelequias, sino que, lo más importante, es que a la vez que enterarnos de sus vidas -siempre interesantes- aprehendemos las circunstancias en las que ellas tuvieron lugar, y todo gracias a la mirada zahorí de Rosina Valcárcel que, por cierto, cuando escribe en prosa nunca deja de ser la muy apreciada poeta que todos conocemos. Y, precisamente, sostengo que lo más valioso de estos libros es, precisamente, la mirada del poeta, el escalpelo del poeta, el batiscafo del poeta, que, para solo citar a algunos ejemplos paradigmáticos, dieron lugar a obras como las de J. J. Rousseau, Rafael Alberti, Cesare Pavese, Virginia Wolf o Pablo Neruda, maestros de diarios, memorias o confesiones. En fin, los dos volúmenes (por el momento) de Rosina son un vademécum fundamental que debe llevar consigo todo aquel que quiera conocer y/o reconocer el devenir de la cultura peruana en el último medio siglo, pero no solo con autores nacionales, sino con aquellos que, asimismo, han tenido que ver con nosotros, como el entrañable “negro” Nicolás Guillén, o la surrealista argentina Halma Cristina Perry.Como lo repito, Rosina no perdona a nadie que haya tenido que ver con su horizonte, desde Juan Gonzalo Rose, hasta Manuel Scorza, y, en el intervalo, Antonio Cornejo, Paco Carrillo, Gladys Basagoitia, Juan Carlos Lázaro, Carlos Ostolaza, Armando Arteaga, Juan Cristóbal, Marita Troiano, Ricardo González Vigil, Julio Carmona, Julio Nelson, Giovanna Minardi, Luis Rocca Torres, Enrique Verástegui, Lola Thorne, Julia Ferrer, Alfonso La Torre, Félix Nakamura, Leonidas Vélez, Carlos Garayar, Gustavo Valcárcel, Víctor Carranza, Gonzalo Espino, Cecilia Bustamante, Mary Soto, Jorge Luís Roncal, entre mucho(a)s otro(a)s. El libro, lo repetimos tiene de crónica generacional, memorias, reportajes, notas informativas, artículos: miscelánea ubérrima y, por momentos, palimpsesto que nos conduce, en sus diversas capas, a los diversos tiempos que viven (o vivieron) en el mismo tiempo. Sólo nos queda esperar el tercer tomo para ver qué íncubos y súcubos Rosina rescata para deleite de nuestro paladar de gourmets de sus libros.

Fuente: Manuel Mosquera
Enviado por Manuel Mosquera el 17/11/2006

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