domingo, 8 de febrero de 2009

EL "PERFIL DE FRENTE" DEL POETA JUAN LUÍS VELÁSQUEZ GUERRERO/ ARMANDO ARTEAGA

EL "PERFIL DE FRENTE" DEL POETA JUAN LUÍS VELÁSQUEZ GUERRERO
 
ARMANDO ARTEAGA

Nadie puede dejar de desconocer que en Piura -como decía Enrique López Albujar- todo lleva el sello del sol, y que en Ayabaca -como decía el profesor José Ignacio Páucar Pozo- una neblina casi londinense nos levanta en las mañanas. En esa Ayabaca lejana, brava y romancesca, había nacido el poeta y pintor Juan Luís Velásquez Guerrero (n. 1903- m.1970), de quién describiremos sus avatares de viajero y su testimonio errante por el mundo.

Fue allí en Ayabaca que vi por primera vez un ejemplar del libro “Perfil de frente” (Poesía, 1924) guardado en manos de un familiar cercano del legendario Elio Portocarrero, un líder campesino y protagonista de la insurrección del Cerro Negro, en 1965. Este familiar de Portocarrero me prestó el conducente ejemplar que abriera para mí las páginas del paisaje poético de J.L. Velásquez. Recuerdo haber copiado a mano en un cuaderno: Piura, Meridiana Ecuatorial, Nocturno, Charlie Chaplin, y Relatividad Generalizada, poemas que en ese momento me llamaron la atención.

Luís Alberto Sánchez escueta el vanguardismo de “Perfil de frente” como absolutamente tempestivo. De virtual audacia, llama la atención por la “gegentail” del título del poemario. Refiere que el primer verso del poema Piura: Qué soledad sin soledad siquiera, recuerda a Vallejo en “Los heraldos negros”. Acepta la abundancia de imágenes en que recala la obra de J.L. Velásquez. Los versos comprimidos. El perenne “estado de inteligencia” de una poesía hecha a pura metáfora.

Muy a la altura de otros poetas locales que irradiaron el vanguardismo literario de esa época que publicaron en la revista Prisma como Juan José Lora (Diánidas, 1925), Emilio Armaza (Falo, 1926), Nazario Chávez Aliaga (Vértice, 1925), Guillermo Mercado (El oro del alma, 1924), Alejandro Peralta (Ande, 1926), Fidel A. Zárate Plascencia (Bella inutilidad, 1924), Julián Petrovick (El cinema de Satán, 1926), Alberto Guillen (Deucalión, 1920), Jacobo Huewit (n. 1900, De la fuente del silencio), Nicanor de la Fuente (n. 1904, Aire), Luís Berninzone (n. 1899, Walpúrgicas, poemas), entre otros, vivieron el entusiasmo “ultraísta” desatado por Trilce (1922) de César Vallejo.

Más al norte del Grupo Norte comparte J.L.Velásquez esa soledad quimérica y provinciana con otro poeta ayabaquino Juan María Merino Vigil (n. 1906) que escribiendo desde su hacienda San Pablo mantiene una obra casi inédita, con poemas publicados dispersos de impecable factura como: Golondrina, El bebedor de crepúsculos, Los puertos, Nocturno, y Los bajeles blancos,

José Carlos Mariátegui saluda desde la revista Mundial (31-10-1924) en “Poetas nuevos y Poesía Vieja”, este predecir sobre ambos poetas que es bastante ilustrativa: “Juan María Merino Vigil acusa en sus versos y en su prosa un temperamento lírico y panteísta de insólitos matices. Juan Luís Velásquez, niño- poeta o poeta- niño, tiene la divina incoherencia de los inspirados. Hay en su pequeño libro algunos bellos disparates y dos o tres notas admirables”. Sumemos a esta perspectiva regional de poetas piuranos, también, la presencia literaria de Hildebrando Castro Pozo (n. Ayabaca, 1890), que en 1923 publicará “Celajes de la sierra (Leyendas y cuentos andinos)”, y más tarde “Del ayllu al cooperativismo socialista” (1936) y “Las comunidades indígenas del Perú” (1945).


Un poco más lejana está la aureola literaria de Pedro Elera (n. Huancabamba, 1820), su poemario “Plegarias de un ciego” (1873) le merecen, aunque no, una nota impropia e injusta: “sus versos vulgares y flojos, se salvan por la sinceridad de los lamentos en que a veces lo hacía prorrumpir su desventura”, en “Carácter de la literatura del Perú independiente” por José de la Riva Agüero.

Años después este devenir poético de poetas de Ayabaca va a enriquecerse con la presencia de Florencio de la Sierra (n. 1903,, seudónimo de Florentino Gálvez Saavedra), distinguido precursor del folklore y el indigenismo literario norteño con sus libros de poemas: “La danza de la serpiente” (1963) y “Aúllan los perros “ (1931); y con el aporte educativo de Manuel Vegas Castillo (Ayabaca, 1895), en el campo de la historia, la arqueología y la literatura (su libro “Bronces Históricos).

Sobre este marco literario local, surge el cosmopolitismo andante de J.L. Velásquez, que es obra también del sol piurano y el frío ayabaquino. Como en los cuadros rembradtnescos de Merino, las audacias pictóricas de Montero y el lirismo ardiente de Salaverry, advertido por López Albujar.
Luís Monguio en “César Vallejo, Vida y Obra” explica el exilio europeo del poeta de “Intensidad y Altura” que compartió entre sus íntimos amigos a J.L. Velásquez, a Pablo y a Xavier Abril, sus compatriotas peruanos.



Velásquez emigró a París y derrochó su peculio, dice L.A. Sánchez. El poeta “hizo” política, fue deportado de Paris a Madrid junto a Vallejo.

Más tarde, en México, fue secretario de Trotski, publicó varios libros de poesía “María de los remedios”, “Soledad de soledades y fraternidad porvenir”, aparte de escribir “Einstein” (México, 1961). Se dedicó también a la pintura.

Bien, ha dicho, de esta intensa actividad poética, ensayística y periodística, el poeta Marco Martos: “Raro magín el suyo, inteligencia fuera de lo común, podría hablar o escribir con igual versatilidad de las teorías de Einstein, de las leyes del mercado, de la poesía de Bretón o de los postulados de Trotski.

Su obra está dispersa en libros y revistas, por varias partes del mundo, es algo que deberíamos rescatar.

Lima: 11/29/2005


De "La Literatura en Piura.

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