viernes, 25 de septiembre de 2009

LAS FLORES DE MI ABUELA/ POR ARMANDO ARTEAGA


Ficción Breve

LAS FLORES DE MI ABUELA

Por Armando Arteaga



 Mi abuela siempre viene hasta su jardín todas las tardes del fondo de la casa triste aquí en Sullana, habla sola, arregla sus flores: claveles, geranios, margaritas, alguna que otra magnolia seca que destaca entre las espinas de los cactus que también son de su predilección.
Pero yo estoy bien muerto desde hace años, tiempos en que –dicen- me atropelló el tren salitrero que venía de Paita, o me ahogue en el río Quiroz, por lo tanto pertenezco al mundo de los que no viven.
Y mi abuela, buena persona, habla con los muertos, y habla conmigo.
-¿Te estás portando bien, Gervasio?.
-Si, abuela.
-¿Haces siempre tus oraciones?.
-Verdad, abuela, si.
Nos ponemos a platicar horas de horas. ¿Cómo anda el pueblo, abuela?. Como siempre la gente no aprende nada, siguen viviendo en la ignorancia y el materialismo de las cosas –dice ella-. Haciendo jugar sus manos con el mandil azul a cuadritos que siempre lleva puesto.
Hasta que alguien trastoca el dialogo de la abuela. La otra tarde fue mi primo Telesforo.
-¿Abuela, qué haces hablando sola?.
-No hablo sola, muchacho, perverso –responde-. Hablo con Gervasito.
-Abuee..., Gervasio está muerto hace años, no te acuerdas.
-Claro que me acuerdo. Pero Gervasio viene aquí todas las tardes y hablamos. Le doy sus cocadas, sus bocadillos, sus chifles, su natilla con queso de cabra.
-Pierdes tu tiempo, abuee..., aunque están bonitos tus geranios y tus claveles.
De pronto la abuela se ofende. Dispersa al gato negro de la vecina que se ha trepado por el muro trasero de la casa. Y me sigue recriminando.
-¿Cómo, muchachito, ya no te acuerdas, de Gervasito, cuando te hiciste la vaca y se fueron a bañar al río, y el pobrecito se ahogó?. ¿Ya no te acuerdas, seguro?. Tú tuviste la culpa, muchacho zamarro, me coge la cabeza, acariciando mis cabellos negros.
-Si me acuerdo siempre de eso abuela…
-Ya ves Gervasito, te acuerdas. Mira cómo ha crecido Telesforito.
Y mi primo Telesforo se mira los zapatos recién lustrados con betún negro. No quiere ensuciarse los zapatos con la tierra del jardín.
-Esta siempre hermoso tu jardín, Abuee...
-Claro, dice, la abuela, con lo que me cuesta cuidarlos a ustedes, y el jardín.
-Mi abuela está loca –dice Telesforito-.
-Te estoy escuchando, muchachito malcriado, crees que estoy sorda. Ni loca ni ciega como para no darme cuenta que eres un incrédulo.
Pero quiero que sepas, repite, que estas flores no se las regalo a nadie…. Son para la tumba de Gervasito.
Mi abuela hace un ramo de flores lindas. Me agarra del brazo. Anda –me vuelve a decir-, lleva este ramo de flores al cementerio, lo pones en la tumba de tu primo Gervasito. No te olvides, que fue por tu culpa que se murió. Tú fuiste quién lo inquietó para ir al río. Y las aguas se lo llevaron.
-Y aquí están las flores, Gervasito, que te manda la Abuee...
Y hasta la próxima semana, que espero te gusten, y que la abuela tenga más flores hermosas que mandar, y yo pueda seguir esquivando el tren que viene de las lomas de Jíbito. No me canso de saltar por estos rieles de la línea del tren.


Del libro: "Los pobres diablos".