lunes, 9 de marzo de 2009

LIBROS

CALLEJÓN SIN SALIDA: UNA ODA AL HASTÍO

Juan Carlos Lázaro


En este frío invierno de 1986 ha visto la luz Callejón sin salida(*) el primer libro de poemas de Armando Arteaga que, con un criterio antológico más que temático o de otra índole, recoge un puñado de textos escritos desde 1969 a la fecha. Arteaga, por su irrupción en el cuadro de la poesía peruana, pertenece a la llamada Generación de los Setenta, etapa caracterizada por la iconoclastia y radicalismo de sus integrantes, la mayoría de ellos identificados con el movimiento de la contracultura hippie y psicodélica, y los postulados de las revoluciones marxistas del siglo XX. A su vocación de poeta Arteaga añade su formación de arquitecto, de urbanista, de estudioso del habitat en la ciudad, de donde resulta sintomático el título de su libro, de por sí pesimista y concluyente.En el pórtico del libro, mediante epígrafes, Arteaga se hace presentar por tres poetas de diferente raíz, nacionalidad y nivel: “En el sencillo lenguaje de la vida”, dice Luis Rogelio Nogueras (cubano); por el ala del tiempo,/estos cuerpos que todavía se ofrecen,/con una pompa melancólica”, expresa Francisco Umbral(español); en tanto que Eliot (norteamericano) concluye: “en este desolado valle, /esta rota quijada de nuestros reinos perdidos”.

Así, valiéndose de otros autores, el autor de Callejón sin salida ha sintetizado su arte poética.Efectivamente. En los poemas de esta primera colección de Arteaga llaman la atención sus juegos y experimentos con el lenguaje y, por otro lado, la reflexión melancólica sobre situaciones marcadas por la experiencia amorosa y los “reinos perdidos”. Ambos componentes tienen como espacio físico la ciudad, la urbe, la Babilonia maldita de un siglo terrible y devastador. Los 14 poemas que integran Callejón sin salida son un collage verbal, equivalente a los gráficos que ilustran la carátula y algunas páginas interiores del libro, los cuales también son obra del mismo autor. El concepto de collage es clave para aproximarse a la poesía de Armando Arteaga, cuyos textos se hilvanan con tropos inconexos, títulos de libros o películas, slogans publicitarios y frases tomadas de la jerga setentera latinoamericana. El método resulta efectivo para configuar una situación diversa, múltiple, caleidoscópica y aún caótica.En el texto que da título al libro, Arteaga pregunta: “¿Es éste un poema de un latinoamericano?”. Y a continuación él mismo se responde: “es un monólogo desde las tinieblas, un rebuscarme, un mirarme de lejos, un bajar escaleras, un conflicto”.Sin embargo, el callejón sin salida al que se refiere el título del libro es el hastío, el tedio de la vida moderna, las mañanas grises que dejaron los “reinos perdidos”. El poema “Invierno y estudiantes” empieza con un verso contundente:

“Esto se terminó, debo marcharme”. Y luego dice: “Las mañanas han sido boulevares perdidos, hembras que ame/ y me amaron. Parques en donde estuvo el amor incendiando banderas, /tarde a tarde, /noche a noche, /cuervo a cuervo...”Perdido todo —la utopía, la revolución, la primera muchacha —solo queda un vacío absurdo, oxidado, intonso, “como latas de Nescafé”:

Ir a comprar a un supermarket
los girasoles de Van Gogh
llevárselos a regalar a una muchacha
Leer en un neón Todo va mejor con Coca Cola
Ir a buscarlos crepúsculos al mar, el amor en la calle
Tropezarse en el bus con Tristan Tzara
No saber nada de la vida, estar harto
Gustar de canciones que no entiendo de Leonard Cohen
Jugar un poco con la idea del suicidio
Ir al zoo todos los días
contemplar las cebras, los elefantes, los tigres.
Regar el jardín. Morir de tarde. Heridos.


 Aún el recuerdo o el reencuentro evocativo con los amores pretéritos son parte de este hastío sofocante:Ustedes han languidecido de amorpor este irresponsable humano.Yo me pregunto:¿Para qué sirveeste encuentro desesperado e inútil?¿Para queeste viaje sin nombrehacía lo inanimado?Muévanse de allí amigas míasVolvamos a la esquina del justo tiempo humano...Las situaciones extremas, empero, no desembocan en propuestas de suicidio, sino en un recurso cínico o en una mueca irónica que también sirve para experimentar con la palabra:

NADA
es nada
porque de nada
sirve que nada
sea nada
en esta nada
en donde nada
vale nada
pues siempre será nada.
Nada, nada, nada, nada.
Nada muchacho y no te ahogues
que la piscina es pequeña
Y el “nadaísmo” ya no existe.

Este humor cínico e irónico, que tiene mucho de tabla de salvación, es otra constante muy bien elaborada en los poemas de Callejón sin salida:Aquí no pasó nada. Aquí van a pasar muchas cosas, quedemosun rato más, cuervo, no se me deprimaen esta ciudadusted se acuesta menchevique y al díasiguiente se levanta bolchevique.Pese a su brevedad, Callejón sin salida nos muestra a un poeta en plena madurez, dueño de sus recursos, imaginativo y original que ha sabido plasmar “en el sencillo lenguaje de la vida!!, una “pompa melancólica” de sus “reinos perdidos”. Estas sombras de su pasado, el poeta las ha resuelto en el infinito de la poesía:

La cama que convoca la hembra, es una sombra
El aroma perdido de la hembra, es otra sombra
y la hembra tiene frío:la cubre un halago de pájaros
donde empieza este viaje inalcanzable.

(*) Callejón sin salida. Armando Arteaga. Unión Libre Editores. Lima, 1986.

No hay comentarios:

Publicar un comentario