miércoles, 18 de marzo de 2009

MARÍA EMILIA CORNEJO Y EL TALLER DE POESÍA EN SAN MARCOS/ HILDEBRANDO PÈREZ GRANDE


MARIA EMILIA CORNEJO Y EL TALLER DE POESIA DE SAN MARCOS*

Por Hildebrando Pérez Grande




José Rosas Ribeyro es mi amigo desde hace muchas lunas, pero, como se dice en Lima, yo no sé nada. De esta manera podría dar curso, rápidamente, al expediente abierto por ustedes sobre este tema. Pero sería injusto, tanto por la memoria de María Emilia como por la amistad con José y por el entredicho en que dejaría al Taller de Poesía de San Marcos.
Desde los años 70', a nuestro Taller llegaban jóvenes leones que deseaban compartir una guarida cómplice, provocadora, estimulante para la creación poética. Una tarde llegó María Emilia Cornejo, envuelta en el humo de su eterno cigarrillo, un poncho inquietante para resguardarse del frío y la soledad y ese aire sospechoso de no saber qué hacer con la vida. Y se encontró con una jauría dorada de matreros, que tenían esquina, calle: quiero decir que no eran palomillas de ventana. Entre ellos, andaban verseando José y Elqui.
En el Taller de Poesía se compartía una relación horizontal, franca, abierta, generosa. Relación que nos permitía invitar a cada uno de sus integrantes para que nos mostraran sus poemas, antiguos o recientes, y exponerlos, sin piedad, a la lectura y sugerencias y comentarios de cada uno de sus integrantes. Obviamente, el autor de los textos bien podía tomar en cuenta estas sugerencias o deshacerse de ellas, apenas con algún ademán vanidoso.
Recuerdo, para el caso que ahora ventilamos, que los motivábamos contándoles lo que hizo Pound con la versión inicial de Tierra baldía. El viejo Ezra, con ojo zahorí, leyó y atisbó cómo debería ser, realmente, el texto de Eliot. Dentro de ese espíritu, pues, que ciertamente distinguía a la tribu de ese entonces, se debería contemplar el testimonio de José Rosas Ribeyro.
Los poemas de María Emilia han crecido desde entonces ante los lectores y seguirán creciendo más sin duda alguna: es más, creo que alcanzarán alturas insospechadas al margen de las acertadas propuestas o enmiendas que en ese entonces José y Elqui le alcanzaron a la muchacha mala de la historia. El tiempo ha legitimado su autoría. En el imaginario y en el paisaje de la poesía escrita por mujeres en el Perú, siempre estarán fundidos aquellos poemas con la imagen de aquella joven que, una tarde sin nombre, ingresara al Taller de Poesía de San Marcos envuelta en el humo azabache de su cabellera nocturna.

* Publicado en Intermezzo tropical 5. Lima, 2007, 124-127.

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