Ars Brevis

MICRORRELATO
ASESINO CON PARAGUAS Y AMANTE DE VESTIDO BLANCO
(e: LIMA, t:
1952)
Por Armando Arteaga
El asesino siempre vuelve al
escenario del crimen. La mujer quedó
atónita mirando la calle desde la mesa principal de la ventana del Café
Goyezcas. ¿Vuelves a mí? ¿Por qué? Vuelves a mí, traidor, corazón
delator, llevó la flor roja a la izquierda, en el pecho de mujer. El asesino
siempre vuelve al escenario del crimen. El asesino X, Y, Z…, sus fotos,
arrojadas sobre el escritorio del detective. ¿Cual de los tres? Y…, mira también la calle vacía de autobuses, el
último tranvía da su última vuelta sobre la Pza. Sn. Martín. Z… cancela la cuenta y duerme su venganza, cruza la calle. No se acuerda nada. Prepara el
revolver. Desiste. No se anima a consolidar el crimen perfecto.
Busca entre sus bolsillos el número del teléfono, marca el número y llama desde
el teléfono público, a lo Lino Ventura, tengo el tiro al blanco, confiesa a su
interlocutor. Tengo la dirección exacta,
estoy en el Goyezcas. ¿Para otra vez será?
No soy un simple sicario, soy amante de las buenas costumbres. No me gusta el escandalo –piensa X-. Soy la incógnita, la clandestina, la manzana
de la discordia, la que guarda el botín del banco. Para otra vez será. Le falta montaje a este texto, a esta calle,
al escenario del crimen. No soy un
simple sicario a sueldo de un corazón podrido.
No. El travelling es hacia la derecha, de allí le dispararon. No soy un desalmado hombre sin corazón. Arruga el papel con la dirección, con el
número exacto del teléfono para el crimen perfecto. Papel arrugado tirado al tacho de la
basura. Será para otra oportunidad. Le dio en la flor roja de su pecho a la mujer,
a la misma mujer, a la amante mujer, al menos, eso cree, el pobre diablo.
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